viernes, 22 de febrero de 2013

Intervenciones o Estados fallidos


Rusia acusó a EE.UU. de aplicar una doble moral sobre Siria y culpó a Washington de bloquear una declaración del Consejo de Seguridad de la ONU condenando al atentado con coche bomba de ayer en Damasco que dejó un saldo de 53 muertos en una zona muy transitada y daños en varios de edificios, incluyendo la embajada de Rusia en la capital siria. El canciller ruso, Sergei Lavrov, en una conferencia de prensa conjunta tras reunirse con el ministro de Relaciones Exteriores de China condenó la tendencia de doble moral aplicada por los norteamericanos para apartarse del principio fundamental de la condena incondicional de cualquier acto terrorista, principio que asegura la unidad de la comunidad internacional en la lucha contra el terrorismo.

Alrededor de una quinta parte de los rebeldes -y los mejores organizados- son yihadistas y representan una amenaza para los sectores moderados, incluidos los sunitas, ya que podrían utilizar al territorio sin ley como base para el terrorismo internacional. Esta situación es una amenaza directa para Israel, a través de los Altos del Golán, lo seguramente agravará el escenario regional que ya está convulsionado por las masas de refugiados sirios en Jordania y Líbano; por otra parte, la mayoría chiita de Irak apenas puede mantenerse unida mientras que los sunitas iraquíes se sienten atraídos a recuperar el poder con la ayuda de los “hermanos sunitas sirios”.

Sin lugar a dudas, el régimen de Al-Assad se derrumba lentamente y hunde al país en el caos, pero el derrumbe no significa que esté colapsado y bien podría luchar desde un enclave fortificado, como la zona costera de Latakia –“Alawistan”- en una guerra de milicias; así el escenario en Siria, cada vez más comienza a tomar la forma de feudos regidos por caudillos islamistas, laicos o baa´thistas haciendo que se asemeje cada vez más a Somalia.

Incluso si la familia Al-Assad no puede controlar a todo el país, tiene motivos para seguir luchando, como asegurarse un santuario para los alawitas y sunitas fieles al régimen además de la protección de los intereses económicos ligados a la elite gobernante. Si el escenario de feudos se afianza, Al-Assad tiene todo para ganar: cuenta con unos 50.000 hombres –entre soldados y milicias Shabiha- entrenados y equipados, está respaldado por Rusia, Irán e Irak que le suministran dinero, armas, asesoramiento y recursos humanos; por otra parte, le queda un as en la manga como es Hezbollah, el grupo chiita libanés que comparte el interés alawita de contener el avance sunita-saudita en Medio Oriente.

Una complicación para el presidente sirio sería que alguno de sus aliados decida impulsar algún interés propio en canje por la situación en Siria. Tal vez ese caso sea Irán.

En un movimiento que ha provocado controversia entre los países árabes, Irán ha presentado una propuesta a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU junto con Alemania y el encargado de negociar el programa nuclear de Irán, pidiendo que la crisis de Siria y Bahrein se incluyan en las conversaciones que tendrán lugar en Kazajstán el 26 de febrero. Una fuente diplomática occidental dijo que la oferta iraní fue un intento de adelantarse a las conversaciones entre Rusia y los EE.UU. sobre temas de Oriente Medio y un intento de utilizar la crisis siria como moneda de cambio.

Occidente está preocupado por lo que Irán podría estar tramando en Siria, mientras que la oposición siria, que ha acusado a Teherán de ayudar financiera y militarmente al régimen, ha recordado al mundo que Irán es "parte de la crisis siria y no puede ser parte de la solución”; Irán tiene una historia de tomar ventaja del caos y de hacerse cargo de gobierno como sucedió en Líbano luego de la guerra civil en los ´70 y más recientemente durante la invasión de EE.UU. a Irak. Teherán está tratando de ampliar su influencia en Siria, proporcionando apoyo financiero y militar al régimen sirio y sus milicias armadas irregulares siguiendo su esquema tradicional.

El senador Marco Rubio (R), una estrella en ascenso dentro de los republicanos, dijo que “Nuestra esperanza es identificar a los actores responsables que tendrán a su cargo no sólo este conflicto, sino en las consecuencias del conflicto y darles poder para que estén mejor organizados, mejor financiado y mejor armados en la Siria pos-Al-Assad”. Aunque Rubio se pronunció a favor de próximo viaje de Obama a la región a finales de marzo, dijo que no había apoyo en materia de política exterior y -por su declaración- las perspectivas de una paz negociada han disminuido, frente a una guerra civil cada vez más sectaria y radicalizada, pero tampoco se sabe a qué grupo se debería apoyar.

Rusia tiene menos confianza que EE.UU. sobre su influencia en Damasco, aunque Moscú presiona a Al-Assad, no está claro que el régimen sirio siga los dictados rusos y de hecho los reveses diplomáticos y militares han despegado parcialmente a Rusia, al menos, de la familia Al-Assad. EE.UU. ha apostado a su estrategia de convencer al gobierno sirio que un acuerdo negociado entre una oposición unificada y los restos del régimen, evitarían un colapso del Estado como en caso iraquí; pero esta noción de "transición política pacífica" esta fuera de la realidad y gana espacio la noción de Siria como de un Estado fallido. Contexto que favorece a Al-Assad, Irán y Hezbollah.

Pese a las apariencias, sería muy fácil de convocar una conferencia de paz para Siria que tiene una buena oportunidad de negociar un fin al conflicto e iniciar algún tipo de proceso político. El problema es que esa conferencia de paz tendría que ser una gran carpa, para incluir a Irán, Hezbollah, Rusia, China, el régimen de Al-Assad, los Estados del Golfo y las potencias occidentales, entre otros; esta conferencia reuniría así a todos los actores interesados en el conflicto, que tendría más posibilidades de éxito que las reducidos encuentros de los occidentales con sus aliados del Golfo.

Ciertamente las potencias occidentales no convocarían a una conferencia de este tipo ya que implicaría reconocer que Irán es un actor importante con un interés legítimo y potencialmente constructivo en las relaciones regionales. Como resultado, antes Irak y ahora Siria, las situaciones son discutidas por los Estados occidentales en términos de los chiitas vs sunitas, la dictadura vs democracia, islámicos vs seculares, terroristas vs rebeldes, etc. etc. Esto explica porque cualquier intervención, basada en un análisis pobre e ignorando las complejas dimensiones étnicas-religiosas, genera más conflictos que soluciones y terminan produciendo Estados fallidos.


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