jueves, 11 de agosto de 2011

Siria y el tablero regional




Alaeddin Boroujerdi, Jefe de la Comisión de Seguridad Nacional y Política Exteriores del Parlamento iraní, hizo un llamamiento a todos los países de la región para ayudar a Siria resolver sus problemas internos y apoyar al país contra cualquier posible intervención de EE.UU. o la OTAN. Boroujerdi dijo que se debían movilizar a los países musulmanes y las naciones de la región para ayudar a Siria; esta declaración coincide con los comentarios del parlamentario sirio Kamel Shahada que vaticinó una guerra devastadora y a un precio muy alto si se produce un ataque militar contra Siria e hizo referencia a la capacidad de grupos trans-regionales para hacer frente a la intervención militar en el país.

Durante la reunión de la Liga Árabe, celebrada en la capital egipcia de El Cairo, Boroujerdi subrayó la necesidad de apoyar a Siria con el fin de ayudarle a contrarrestar la interferencia de EE.UU., al que tiempo criticó las acciones de los norteamericanos con el fin de promover los disturbios de Siria en aras de promover el fracaso de la "resistencia" en Siria.

Arabia Saudita ha liderado la contención árabe de la ola democratizadora propuesta por la primavera árabe que amenazaba con desestabilizar a todo el Medio Oriente; ello explica sus intervenciones directas -en el Bahrein-, sus aproximaciones indirectas –en Siria- o la ausencia de políticas oficiales –el caso libio o egipcio-donde primaron más los intereses propios que las sociedades locales. Por ello no debe sorprender que mientras hace unos meses, Riad colaboraba junto a Damasco en la resolución de la situación en Beirut, hoy se encuentren distanciados.

Arabia Saudita basa su injerencia en relación a la posibilidad de expansión regional de Irán, ello explica las intervenciones en el escenario libanés dominado por el pro-iraní Hezbollah y ahora el creciente interés por “democratizar” a Siria en un intento por alejarla de la órbita de Irán.

Por su parte, Irán quiere mantener el status quo sirio. Debido a su estrecha relación con Siria y sus vínculos con Hezbollah en el Líbano, esta cuña estratégica en la periferia de Israel es un logro de política exterior de la revolución islámica iraní. Arabia Saudita sabe que Irán con Hezbollah -y Siria de apoyo- puede debilitar el poderío sunita dentro de Líbano pero, más inquietante aun para los sauditas, puede expandir la influencia de Irán en el mundo árabe. Ciertamente Irán no está más preocupado que Arabia Saudita por democratizar a Siria, sino que mantiene una disputa con los sauditas y Siria es una pieza más dentro del tablero regional.

Turquía es, tal vez, el actor regional con la política exterior más próxima a su agenda nacional. Ankara ha demostrado que sus intereses sobre Siria no están relacionados con los asuntos religiosos sino que se relacionan más con las inversiones económicas y la estabilidad en la seguridad nacional; de allí que Turquía haga un mayor hincapié en la aproximación diplomática por sobre la imposición de sanciones.

Por ello cuando se observan las marchas en Kuwait organizadas por el Consejo de Cooperación del Grupo de Solidaridad en apoyo al pueblo sirio o las protestas en Arabia Saudita en contra del régimen sirio es difícil no preguntarse por qué ahora y no hace unos meses atrás. La misma pregunta podría trasladarse y aplicarse a la mayoría de los regímenes árabes, sin lugar a dudas la respuesta sería muy similar en todos los casos.

A todas luces resulta evidente que el régimen sirio dista mucho de ser democrático, no lo fue al comienzo ni lo es cuarenta años después, por lo que resulta difícil para el gobierno sustentar un proyecto de reformas con miles de muertos en las calles y un aparato de seguridad que transmite miedo en vez de garantizar la paz interna. Ciertamente ello no justifica una intervención militar que “democratice” al país de manera rápida; las intervenciones extranjeras en el Medio Oriente han generado más problemas que soluciones para las sociedades nacionales.

Mientras los diferentes actores estatales intervienen en base a sus propios intereses, el encargado adjunto de Asuntos Político de ONU, Oscar Fernández-Taranco, dijo ayer en una reunión del Consejo de Seguridad a puertas cerradas, que casi 2.000 civiles han muerto en Siria desde que las protestas contra el gobierno comenzó en marzo y señaló que no había habido tregua en el asesinato de manifestantes desde la semana pasada, cuando el Consejo de Seguridad pidió un "inmediato" alto a la violencia. Diplomáticos que asistieron a esa reunión señalaron que la información brindada por Fernández-Taranco había sido "deprimente y escalofriante" y además de los muertos habla de más de 13.000 desaparecidos.

Se espera que Siria esté en la agenda del Consejo de Seguridad en la próxima semana donde se incluirán sesiones de información de los organismos de DDHH de la ONU y de los funcionarios de ayuda humanitaria.

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