lunes, 7 de julio de 2014

La política exterior norteamericana: el Bashar bueno


En enero de 2014, se le pidió al presidente de EE.UU., Barack Obama, comentar sobre el Estado Islámico de Irak y Al-Sham (ISIS) y la toma de la ciudad iraquí de Fallujah donde casi 100 soldados estadounidenses habían muerto combatiendo a los insurgentes una década antes. Su respuesta fue impertinente un tanto impertinente: "Si a un equipo menor le ponen los uniformes de los Lakers, no hace que sean Kobe Bryant". ISIS, en otras palabras, era un grupo de pequeño calibre y no problema de EE.UU. A principios de este año, Abu Bakr Al-Baghdadi, el líder del ISIS, advirtió a EE.UU.: “Pronto estaremos en la confrontación directa (…) Ten cuidado con nosotros, porque estamos con ustedes, observándolos"; en una entrevista del 22 de junio con el programa "Face the Nation", Obama sostuvo que "hay una gran cantidad de grupos por ahí que probablemente tienen planes inmediatos más avanzados dirigidos contra EE.UU.”

La falta de una política exterior norteamericana enfocada en la región, sumada a la alta volatilidad del Medio Oriente, lleva a que EE.UU. entre en aparentes contradicciones: hace menos de un año, el presidente Obama consideraba ataques aéreos contra objetivos militares del presidente sirio, Bashar Al-Assad, después que un ataque con armas químicas mató a unas 1.400 personas en Damasco. Ahora, el gobierno de Obama está considerando una alianza de facto con el régimen de Al-Assad en medio de otra crisis regional y EE.UU. podría encontrarse trabajando en el mismo lado que sus 4 enemigos: el presidente Al-Assad; Irán, principal apoyo de Al-Assad y según EE.UU. el patrocinador más activo del mundo del terrorismo; Hezbollah, un grupo libanés de Irán designado por EE.UU. como terrorista; y Rusia, con la que los EE.UU. mantiene una disputa sobre los disturbios en Ucrania. 

El presidente Obama poco a poco aumenta la presencia militar de EE.UU. en el terreno en Irak, su gobierno está lidiando con la necesidad inmediata para detener el avance ISIS y presionar para una solución política en Bagdad. Luego de más de 3 años de guerra civil en Siria, la situación fue relegada a un segundo plano y algunos funcionarios dentro de la administración Obama están proponiendo que la campaña para remover a Al-Assad del poder también sea dejada de lado también. En diciembre de 2013, los altos funcionarios de la Casa Blanca, incluyendo Asesor Adjunto de Seguridad Nacional, Tony Blinken, sugería que la creciente amenaza del extremismo estaba creando una "convergencia de intereses" entre los EE.UU., Rusia y sus aliados, como Irán y el gobierno de Siria, para llegar a un acuerdo político antes de que los islamistas se hicieran demasiado poderosos.

Algunos funcionarios del gobierno norteamericano están sugiriendo que Irán podría ser un socio en una Siria post-guerra, ayudando a garantizar la seguridad allí durante un período de transición, después de lo cual Al-Assad negociaría su propia partida. El Senador John McCain (R), que está viajando en la región esta semana, llamó a esa idea ridícula y precisó que "No hay una solución negociada que vaya a dar lugar a la salida de Bashar Al-Assad, a menos que se cambie el equilibrio de poder en el terreno a favor de los rebeldes (…) Esa esperanza se acabó hace mucho tiempo (…)Es obvio que la estrategia de Bashar Al-Assad es que nos presente con una elección de ISIS o él, de modo que, finalmente, lo vayamos a elegir él".

¿Qué ha cambiado? El colapso definitivo en enero de 2014 de las conversaciones de paz demostró que más allá de toda duda, que la diplomacia por sí misma no va a resolver el problema. Y finalmente, la impresionante expansión del grupo yihadista ISIS que cambió radicalmente el equilibrio de los intereses nacionales de Estados Unidos en Siria, la guerra del presidente Bashar Al-Assad contra su propio pueblo creó un vacío de autoridad que el ISIS ha llenado y ahora amenaza ahora a EE.UU. por lo que la idea de los asesores que pensaban que los riesgos de la inacción superaban a los riesgos de la acción estaba en lo cierto.

La principal fuerza opositora siria apoyada por EE.UU., Coalición Nacional de Siria (CNS), anuló la decisión de su Primer Ministro, Ahmad Tomeh, de disolver el Consejo Supremo Militar, la principal estructura de mando militar del grupo. El cambio refleja las profundas divisiones, rivalidades choque y el dentro de la CNS: en un comunicado en su página de Facebook, la CNS dijo que Tomeh no tenía la autoridad legal para disolver Consejo Supremo Militar de la coalición o de despedir a su superiores. Un día antes, Tomeh había anunciado una reestructuración radical del ala militar de la CNS y remitió el asunto a un comité de vigilancia financiera y administrativa para una investigación, además expulsó a un Gral. de alto rango pero no se dieron detalles de alguna posible irregularidad. 

El rápido del ISIS lo ha dejado al mando de territorio del tamaño de Jordania y la posterior declaración del Califato Islámico ha encendido la preocupación en Occidente. Este contexto ha modificado la noción de Obama de “luchas internas de poder” donde encajaban Siria e Iraq; ahora la situación regional amenaza a Occidente y este explica el cambio en el enfoque para asegurar y a estabilidad. Los gobiernos que luchan por la supervivencia, contra los extremistas, deben ser apuntalados y no socavados.

Los u$s 500 millones solicitados por la administración del presidente Obama para ayudar a los rebeldes es una concesión a los intervencionistas de Washington y, ciertamente, no es suficiente para inclinar la balanza militar en Siria. El momento del anuncio sugiere que su objetivo final puede ser debilitar al ISIS, en lugar del régimen sirio, y la petición es probable que permanezca atrapada en los debates del Congreso -que puede haber sido la intención de la administración- ya que la salida que el gobierno considera es una solución política, no militar, de la guerra civil siria.

La CNS ha sido el destinatario de decenas de millones de dólares en ayuda de EE.UU. y son considerados como moderados dentro de los grupos que se enfrentan contra el gobierno del presidente sirio, Bashar Al-Assad, pero han sido ineficaces en su rol opositor. El Consejo Militar Supremo pasaba por una crisis interna mientras Obama anunciaba el nuevo programa de ayuda; esto derivó en que los planificadores militares estadounidenses tuviesen que trabajar con los comandantes rebeldes individualmente a muy baja escala.

Básicamente, a la administración Obama le dio más resultado el acuerdo de armas químicas con Rusia -negociado en septiembre de 2013- que re-legitimó a Al-Assad como socio internacional que el armado de los rebeldes moderados. Ahora, con Siria como primera línea de defensa contra el yihadismo, el gobierno estadounidense ha estado en una sociedad de responsabilidad limitada con el régimen sirio –y el apoyo de Rusia e Irán- para contener el avance fundamentalista en la región.



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