Mientras las conversaciones de Ginebra entre Irán y EE.UU. marcan un acercamiento entre las partes y ahora se analiza la posibilidad de levantar algunas de las sanciones contra Teherán, los Estados del Golfo han comenzado a fortalecer sus defensas contra la amenaza que ellos perciben de Irán, sumadas al discurso del presidente Obama en la Asamblea General cuando dijo que los líderes de la región deberán cuidarse por “sí mismos”. Dentro de las iniciativas se estacan la adopción de nuevas capacidades y la sustitución y mejora de armamento existentes; adicionalmente se han adquirido misiles de defensa, aviones de combate y armamento aéreo así como el fortalecimiento de la seguridad interna, de fronteras y vigilancia marítima.
La última adquisición importante fue un contrato de u$s 3.900 mil millones acordado en septiembre, entre los Emiratos Árabes Unidos y el Ejército de EE.UU., el contrato estipula que Lockheed Martin proporcionará elementos de un sistema de defensa de misiles conocido como Terminal High Altitude Area Defense (THAAD) y proporcionará defensa antimisiles en el nivel superior mientras el sistema Patriot PAC-3 en operación proporcionará el nivel inferior. Este contrato se suma a otros dos contratos de 2011 que pusieron en marcha la adquisición del sistema THAAD y el sistema de radar AN/TPY-2.
Arabia Saudita ha invertido en proyectos de armas nucleares de Pakistán y se cree que podría obtener bombas atómicas a voluntad. Si bien los sauditas a menudo se han opuesto al programa atómico de Irán, que ahora es posible que ellos puedan ser capaces de implementar este tipo de dispositivos con mayor rapidez que sus rivales chiitas; en 2009, el rey Abdullah II le advirtió el enviado especial de EE.UU. a Oriente Medio, Dennis Ross, que si Irán cruzaba el umbral, "vamos a obtener armas nucleares" y el Reino ha enviado a los norteamericanos numerosas señales de sus intenciones. El científico paquistaní, Abdul Qadeer Khan, fue acusado por las agencias de Inteligencia occidentales de vender tecnología atómica a Libia y Corea del Norte, pero también se cree que han pasado el diseño de armas nucleares de China a Arabia Saudita para sus misiles CSS-2.
Arabia Saudita, después de haber abandonado en gran medida la esperanza que EE.UU. encabezará los esfuerzos internacionales para derrocar el régimen de Al-Assad, se ha embarcado en un nuevo esfuerzo para entrenar a las fuerzas rebeldes sirios, y ha solicitado la ayuda de instructores paquistaníes para la tarea, tal como lo hizo con los rebeldes afganos en la década de 1980. La experiencia con los afganos fue negativa ya que fueron copados por los talibanes y se transformaron en refugio para Al-Qaeda, volviéndose en contra de sus antiguos aliados
La hipótesis de Riad es que el presidente Al-Assad solo dejará el poder si tiene en frente una amenaza creíble y los rebeldes por el momento no lo son. El esfuerzo saudita se basa en una red de aliados -además de Pakistán- como Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Francia; y el plan se está debatiendo actualmente en hacerlo a Pakistán responsabilidad de la formación de dos brigadas rebeldes -5.000 a 10.000 combatientes- para llegar a un ejército rebelde sirio de alrededor de 40.000 a 50.000 soldados. Pero los saudíes se enfrentan al mismo problema que los Estados occidentales: la fragmentación y anarquía operativa de los grupos rebeldes, que luchan entre sí por el dominio local y regional en lugar de cooperar entre sí para derrocar al régimen sirio.
El ministro de Información sirio, Omran Al-Zoubi, dijo en una entrevista televisiva que Arabia Saudita es responsable de la muerte y destrucción en todo el mundo islámico hoy en día, incluso en Siria. Además señaló que el ministro de Relaciones Exteriores saudita, Saud Al-Faisal, “siempre ha impulsado el lado político del terrorismo practicado por el reino (…) Ha impulsado la política de Arabia hacia el fracaso y a un callejón sin salida, la diplomacia saudita se enfrentará a la decepción sin precedentes." Al-Zoubi adelantó que el gobierno sirio no participaría en la conferencia de paz de Ginebra 2, si el objetivo es "entregar el poder como lo desea Al-Faisal y algunos opositores en el extranjero."
En la declaración del Secretario de Estado, John Kerry, después de las conversaciones en Riad dijo que EE.UU. no tenía ni "la autoridad legal ni deseo" de intervenir en Siria. Vale la pena preguntarse si se trata de una nueva postura estadounidense sobre Siria -y otros temas en la región- o si sólo otro ejemplo típico de un poder global usando su capacidad de hipocresía para salir de una situación incómoda. Washington ha tomado varias veces posiciones contradictorias en temas de Oriente Medio, que lo dejan a él y a sus aliados en situaciones confusas y sin dirección; EE.UU. ahora está en proceso de ajuste de sus políticas y de las relaciones con los principales Estados de Oriente Medio -especialmente Irán, Turquía, Arabia Saudita , Israel y Egipto- y por ello que las contradicciones del pasado simplemente se han acumulado a un nivel tal que le dificulta a Washington llevar adelante cualquier tipo de política exterior coherente.
Dentro de esas contradicciones se encuentra Arabia Saudita, que con su apoyo a los rebeldes sirios, es el mayor obstáculo para una solución junto a su idea de mantener a Irán fuera de las negociaciones; Irán es un poder regional y debe estar implicado. Es por ello que Riad y Washington son los responsables de sabotear la solución pacífica de la crisis siria, con sus contradicciones e intereses particulares. La elección de la administración Obama de no entrar en otra guerra civil en Medio Oriente, dejando Al-Assad en el poder, podría en última instancia una decisión correcta frente al caos futuro; sin embargo, para Arabia Saudita es otro ejemplo una superpotencia esquivando sus obligaciones internacionales.
Los saudíes hablan de Irán y el tema nuclear muy en serio y no especulan sobre el tema como Corea del Norte. Arabia Saudita siente que tienen un rol de "protector del mundo árabe” –sentimiento confirmado con el retiro de EE.UU.- y mediante la búsqueda de armas nucleares, sabe que puede contrapesar la creciente influencia de Irán en la región.
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