martes, 11 de marzo de 2014

Rusia ha restablecido el equilibrio en las relaciones internacionales (?)



Después que el gobierno sirio vio como su territorio se reducía a manos de los rebeldes, lanzó una contraofensiva en la primavera de 2013, reforzado por Hezbollah y los combatientes chiitas iraquíes entrenados por la Guardia Revolucionaria de Irán. La ofensiva de primavera se vio reforzada luego que Occidente -EE.UU., Francia y Reino Unido- amenazaron con ataques directos por los incidentes con armas químicas de agosto de 2013, pero que fueron desactivados por el acuerdo con la OPAQ, mediado por Rusia.

La estrategia del gobierno sirio cambió a la “protección de la Siria útil”: la costa alawita, las principales ciudades del Norte y Sur, junto a las principales rutas. Es así que hay 3 frentes activos: uno al sur de Damasco; el segundo en la estratégica región de Qalamun cerca de la frontera con el Líbano; y finalmente en Aleppo, al Norte. Cerca de la capital, se ha negociado con el alto el fuego limitado en los barrios bajo asedio del Ejército, donde las poblaciones han sufrido la disminución de alimentos y suministros médicos; en Qalamun, tras una serie de victorias del año pasado se rodeó Yabroud,el último bastión de los rebeldes en la región; y en Aleppo, ha conservado su control del lado occidental mientras se avanza por las afueras del Este controlada por los rebeldes, y se recuperó y reabrió el aeropuerto.

La oposición controla ahora más territorio que el gobierno sirio, pero el gobierno controla las regiones más densamente pobladas del país. Y este es uno de los dilemas del conflicto sirio.

El fracaso de Ginebra I y II en sus intentos por cambiar la dinámica del conflicto sirio era previsible pero ha influido para que las partes suban sus apuestas: el régimen sirio y la oposición-rebeldes buscarán ganar una ventaja decisiva en el campo de batalla, alejando la opción de la paz. Las ofensivas de primavera, tan esperadas ya están en sus fases iniciales y la violencia se intensificará en los próximas meses, siguiendo esta hipótesis. No habrá tercera ronda de conversaciones en Ginebra. Para Siria, en 2014, el fracaso de Ginebra III significa que la Resolución 2139 del Consejo de Seguridad del 22 de febrero -para garantizar el acceso de la ayuda humanitaria- representa el límite máximo de la diplomacia de ahora en adelante; con el fin de asegurar el apoyo de Rusia y China, el proyecto estaba diluido hasta el punto donde se basa enteramente en la buena fe para su ejecución. Es cierto que la Resolución 2139 amenaza con no especificadas "nuevas medidas" en el caso de incumplimiento, pero no hay nada que sugiera que Rusia o China permitirán en el futuro lo que ha bloqueado sistemáticamente en el pasado.

El presidente Al-Assad elogió a su aliado, Rusia, porque "Rusia ha restablecido el equilibrio en las relaciones internacionales, después de largos años de hegemonía de EE.UU.” El líder sirio describió al pueblo sirio como lleno de "admiración por las posiciones de Rusia", al tiempo que acusó a Occidente y EE.UU., en particular, de "actuar para desestabilizar a los países cuyas políticas no coinciden con las propias"; la delegación rusa se ​​reunió con Al-Assad para informarle que había sido aceptado en la Academia de Ciencias de Rusia por su papel en el fortalecimiento de las relaciones sirio-rusas, mientras tres atentados suicidas sacudían la ciudad kurda de Qamishli con un saldo de 5 muertos y al menos 15 heridos.

Pero Rusia no ha restablecido el equilibrio en las relaciones internacionales. En todo caso consolidó sus intereses nacionales en la región luego de la Primavera Árabe y frente al temor de una creciente islamización. Rusia sostenía que los únicos ganadores de las revoluciones pos Primavera Árabe serían los grupos islámicos  radicales debido a su cohesión interna y regional, frente a la evaluación naif de Occidente que apostaba a una democratización masiva vía elecciones libres.

Moscú no apoyó a los líderes de Iraq, Egipto, Libia o Siria porque tuviese una afinidad ideológica sino que lo hizo debido a su compartida aversión por los regímenes islámicos o teocráticos. Bashar Al-Assad es el último de la generación de líderes seculares capaces de contener el avance de los salafistas-yihadistas; es por ello que Rusia nunca comprenderá porque EE.UU. depuso a Saddam Hussein, a Muamar Gadafi y dejo solo a Hosni Mubarak.

La recién fundada "Legión Al-Sham", compuesta por 19 grupos armados que luchan en las afueras de Aleppo, Idlib, Homs, Hama y Damasco, se comprometió a retirar las fuerzas estatales de estas ciudades; si bien la nueva organización se enmarca en la creciente tendencia dentro de la oposición siria de unirse, otras uniones anteriores -como la del Frente Islámico, el Ejército Mujahideen y Jabhat Al-Nusra- han demostrado discrepancias internas y carecen del peso ofensivo necesario para doblegar a las fuerzas pro Al-Assad.

Por el momento, una partición de facto en la región kurda en el Noreste del país parece inevitable debido al espíritu separatista que los pueblos kurdos comparten con sus pares en Iraq y Turquía; tampoco resulta evidente que Siria reciba capitales como sucedió con Líbano en 2006 luego del enfrentamiento de Hezbollah e Israel o que reciba dividendos con el petróleo tal como ocurrió con Iraq. Al-Assad podrá recuperar el control poco a poco del país, pero el precio que pagará convertirá a su triunfo en una victoria pírrica; mucha gente que sufrió represión y fue desplazada por cuestiones sectarias no regresará, la infraestructura está colapsada y el crédito internacional no fluirá de manera contundente. Ningún escenario futuro es promisorio para Siria con estas variables.



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