El presidente de EE.UU., Barack Obama, dijo que no ve a los violentos enfrentamientos en Ucrania y Siria entre los gobiernos y sus pueblos como parte de un "tablero de ajedrez de la Guerra Fría donde los Estados Unidos compite con Rusia”. Obama sostuvo que, aunque Rusia tiene influencia sobre los gobiernos, las turbulencias en los dos países se ha incrementado entre la gente que insisten en los derechos fundamentales; Obama dice que quiere Rusia eventualmente respaldar esos valores y precisó que "En este momento hay momentos en los que tenemos fuertes desacuerdos”.
¿En verdad existe un escenario de neo-Guerra Fría entre Este y Oeste? No es debido al triunfo en la Guerra Fría que EE.UU. sigue teniendo un liderazgo económico, militar y diplomático a nivel global, pero la creciente rivalidad con Rusia se debe a que ahora tiene un perfil más desafiante con Putin y supone un fuerte cuestionamiento de las relaciones Este-Oeste y Norte-Sur que emergieron con el final de la Guerra Fría. Los gestos diplomáticos de los cuestionamientos son por demás elocuentes: el presidente Vladimir Putin no ha visitado Washington desde que Barack Obama asumió el cargo y el Presidente de los EE.UU. canceló su visita a Moscú el año pasado y más recientemente se envío una delegación de bajo nivel a los juegos de Sochi.
El restablecimiento de una corta convivencia entre Moscú y Washington, en el primer mandato de Obama, sirvió para el abordaje de cuestiones fundamentales que partían de un interés mutuo compartido –por caso el desarme nuclear y la entrada de Rusia a la OMC- pero que avanzó en materias donde los intereses eran contradictorios: la política para Siria, la defensa antimisiles, el intercambio de Inteligencia y la cooperación en Europa del Este. En las últimas semanas, los acontecimientos en Ucrania, la renuncia del embajador de EE.UU. en Rusia Michael McFaul, la visita de las activistas rusas Pussy Riot a EE.UU., la reunión en Egipto entre el Gral. Sisi-Putin y el caso Snowden contribuyeron al establecimiento de una atmósfera de enfrentamiento entre Washington y Moscú.
El presidente Obama no impulsó ninguna condena contra Rusia por haber provocado los disturbios de 2013 en Kiev, cuando Putin intimidó a Ucrania para que diese marcha atrás en las conversaciones con la UE, o ahora cuando Putin apoyó la postura de mano dura del presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, quien reprimió a los manifestantes con un saldo de más de dos docenas de muertos y varios cientos de heridos. Presumiblemente el aumento en la retórica de la administración Obama tuvo cierto impacto, ya que se declaró una tregua el miércoles, pero la violencia continuó hasta el jueves lo que deja en evidencia que la falta de "consecuencias" a la violencia, suena más fuerte que la retórica de Obama con sus “líneas rojas”. Putin claramente no lo toma en serio en este punto.
Garry Kasparov, Maestro de ajedrez y activista por la democracia, desde su página de Twitter dijo que "La represión asesina en Ucrania fue predicho por la confusión y la cobardía moral de la UE/EE.UU. en Siria y en otros lugares frente a la presión de Putin (…) Truman salvó millones de la Cortina de Hierro en Europa y del comunismo en Asia ¿Cuántos serán perdidos para el asesinato y la autocracia en el reloj de Obama? (...) Algunos felicitaron a Putin como "hombre de paz" por "detener la guerra civil de Siria." Es como una broma. Assad sigue matando, envalentonando a otros regímenes (…) Sí, Obama podría vender sus líneas rojas en eBay como nuevas. Todos ellos están en perfecto estado, nunca utilizadas!”
Después que Washington se aferró al plan de Moscú para destruir el arsenal de armas químicas sirias de septiembre 2013, el régimen sirio se ha comportado como si no tuvieran que hacer caso de las presiones diplomáticas de EE.UU. y sus aliados. Es cierto que la Casa Blanca está revisando sus opciones políticas Siria, claramente consciente que la actual política no va bien, pero todavía se sigue hablando de la necesidad de evitar consecuencias no deseadas pero que ya han comenzado a suceder. No es que Occidente se retiró de Siria, pero las vacilaciones y dudas dejaron a los rebeldes armados con solo con promesas y en lugar de debieron ir a las armas suministradas por los Estados del Golfo -como Arabia Saudita- con un discurso wahabita, inclinando inevitablemente a los rebeldes hacia el extremismo islamista.
Esa sensación de falta de presión diplomática sobre el gobierno sirio es notable y, de hecho, hasta genera un frente común. En un telegrama, cuyo contenido fue difundido por la agencia de noticias oficial siria Sana, Bashar Al-Assad respaldó la gestión del presidente Nicolás Maduro al frente de Venezuela y denunció que tanto este país como Siria hacen frente a "un intento de crear el caos, de extender la influencia de la dominación extranjera y de explotar sus riquezas." Al-Assad le deseó a Maduro éxito en su cometido "en esta etapa crítica" por la que pasa el mundo entero y expresó su confianza de que la voluntad del pueblo sirio y venezolano triunfará para decidir su destino y el futuro de sus países.
Al-Assad también está tratando de asegurarse que sea visto por las potencias occidentales como algo esencial para el futuro de su país. Los diplomáticos sospechan que está retrasando el envío de armas químicas fuera del país como una forma de garantizar que el productor tenga un papel. Él también quiere convencer a Occidente de que su régimen es el único socio capaz de hacer frente a los militantes de Al-Qaeda en Siria. ¿Está Obama realmente a punto de cambiar su aversión a intervenir de una manera que pueda alterar el equilibrio militar y convencer a Al-Assad y sus partidarios que están bajo amenaza?
Que el presidente Obama declare que no hay una competencia entre EE.UU. y Rusia, ya que los sucesos en Siria y Ucrania son una expresión de las esperanzas y aspiraciones populares, debería preocupar a los rebeldes y opositores. Especialmente en el caso de Siria, que Obama no acepte la abierta participación de Rusia para la protección de sus objetivos geopolíticos en Medio Oriente, deja al descubierto que EE.UU. no va a ir más allá de lo que ya fue.
Ciertamente, Obama aprendió de sus predecesores que no se debe iniciar una guerra que no se puede ganar, pero olvidó que no se puede perder una guerra en curso. La guerra contra el terrorismo fue heredada y ahora tiene una nueva etapa en Siria con los grupos yihadistas-salafistas; la administración Obama hizo bien al no tomar partido en la guerra civil siria pero fracasó en contener a los esos elementos radicales para que no se adueñasen de la revolución siria. Ahora con argumentos humanitarios y frente al fracaso de las conversaciones de paz, la administración de Obama está obligada a reconsiderar políticas alternativas: ayuda humanitaria, acusar a líderes de ambos lados de criminales de guerra o armar y entrenar a los rebeldes son mejor -en el mejor de los casos- un paliativo pero lejos están de ser la cura.
Plantearse la opción de una intervención militar conlleva dos preguntas ¿Existe la voluntad de coalición internacional para ejecutar las operaciones necesarias? y luego de la intervención ¿Qué plan asegurará la estabilidad y evitará la violencia sectaria?
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