viernes, 20 de abril de 2012

¿Por el bien del pueblo de Siria?


Los líderes militares de EE.UU. expresaron claramente su reticencia a utilizar la fuerza para acabar con la violencia en Siria, durante una audiencia en el Congreso. El Secretario de Defensa, Leon Panetta, y el Jefe del Estado Mayor Conjunto, Gral. Martin Dempsey, se refirieron a las medidas que EE.UU. y otros países están tomando para presionar al régimen de Al-Assad al cabo de más de 13 meses de enfrentamientos; las medidas son amplias y van desde sanciones político-económicas severas a u$s 25 millones en asistencia humanitaria de emergencia.

Dempsey dijo que si se les solicita, los militares estarían dispuestos a actuar y los planificadores están trabajando en formas para tratar de detener la violencia, pero tanto Dempsey como Panetta fijaron un umbral elevado para la participación militar de EE.UU. en una guerra en Medio Oriente después de los conflictos prolongados en Irak y Afganistán. Panetta sostuvo que la única manera que EE.UU. se involucre militarmente es si hay un consenso en la comunidad internacional para tratar de hacer algo por el estilo y luego –obviamente- garantizar que la comunidad internacional será capaz de conseguir que las autoridades correspondientes lo permitan.

Un alto funcionario de Defensa sostuvo que incluso la creación de "refugios seguros", o “áreas protegidas” dentro de Siria para la población civil sería una operación tan compleja que los planificadores militares estaban analizando que era necesario colocar un contingente de tropas norteamericanas en tierra. Los planificadores también sostienen que necesitan una política más clara de los altos funcionarios en Washington sobre los objetivos de la administración y el estado final deseado en Siria; los funcionarios militares se muestran reticentes a una intervención multilateral ya que en Libia se necesitaron cientos de misiles de crucero lanzados desde barcos y submarinos estadounidenses para anular las defensas aéreas libias y permitirle a los aviones de combate europeos operar libremente, pero incluso después EE.UU. continuó suministrando municiones, aviones de reabastecimiento y volaron misiones de combate.

John Ging, Director de Operaciones de la Oficina de ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), dijo que espera obtener el permiso del gobierno sirio en los próximos días para poner en marcha una importante operación de ayuda para por lo menos 1.000.000 personas. Ging dijo que Agencias de ayuda y donantes se reunieron en Ginebra para discutir un plan de seis meses por unos u$s 180 millones; por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) tiene como objetivo duplicar el número de personas que se asisten en Siria este mes a 200.000, de 100.000 en marzo pasado.

La Agencia de Refugiados de la ONU ha hecho un llamado por u$s 84 millones para unos 60.000 refugiados sirios en Jordania, Líbano, Turquía e Irak. Sin embargo, sólo ha recibido un 19 % de lo solicitado; EE.UU. anunció que iba a donar u$s 8 millones adicionales, principalmente para el cuidado de la salud alimentaria y de emergencia, llevando su contribución a u$s 33 millones. Canadá, China y Suecia también se comprometieron a aportar fondos.

El canciller francés, Alain Juppé, dijo el viernes Francia está elaborando una nueva resolución para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas diseñado para permitir una fuerza de observación más grande que se instalará en Siria con un máximo de 500 observadores y helicópteros. El Secretario General Ban Ki-moon, ha sugerido que el Consejo de Seguridad de 15 naciones pasan rápidamente una resolución que autoriza el "despliegue inicial" de hasta 300 monitores desarmados.

Los intereses sobre el plan de paz de Annan son múltiples y muchos de ellos entran en colisión directa con las aspiraciones de otros Estados en el tema, por ello no deben sorprender las disputas entre Estados “amigos” y los apoyos exacerbados de otros.

El presidente Al-Assad posiblemente tenga un marcado interés en que la misión de observadores se instale en el terreno, pero también tiene un gran interés en que la misma no sea demasiado eficaz, numerosa o independiente. El acuerdo entre ONU y Siria es un logro diplomático para el gobierno sirio ya que impide un avance del Consejo de Seguridad y a la vez limita las acciones de los rebeldes imposibilitándoles, por ejemplo, que reciban ayuda externa.

Por otra parte, la tregua también le da al régimen sirio un tiempo para reagrupar a sus fuerzas de seguridad después de las de ofensivas de los últimos meses contra los bastiones rebeldes en Damasco, Homs, Idlib y Deraa; aunque su poder de fuego se mantiene y se han mostrado operativas, las unidades de elite necesitarán de descanso debido al agotamiento psicológico.

Ciertamente Putin descuenta su victoria diplomática en Siria para instalar la influencia de Rusia nuevamente en la política exterior mundial; Putin ha retomado su retórica previa a las elecciones de marzo pasado y ahora, con un nuevo mandato de seis años, sostiene que EE.UU. "quiere controlar todo y toma decisiones de manera unilateral” en temas vitales para la comunidad internacional. Si tomamos el caso de Libia, Rusia perdió u$s 4.000 millones en contratos de armas y Russian Railways Corp. tuvo que suspender la construcción de un ferrocarril entre Sirte y Benghazi a un costo de u$s 1.500 mil millones, después de la caída de Gadafi.

Putin considera que las acciones de Libia fueron una "cruzada" de los aliados occidentales para derrocar a Gadafi y dividir al público contra el presidente Dmitry Medvedev, quien se abstuvo en la ONU para permitir que la OTAN una acción militar en el país. Siria es una pieza central de la iniciativa de política exterior de Putin, al igual que los esfuerzos para reanudar las conversaciones sobre el programa nuclear de Irán y contener las tensiones en la península de Corea; pero el objetivo clave de Putin es mantener el papel de Rusia en el Medio Oriente, zona que tiene alrededor de un tercio de la producción mundial de petróleo.

En la vereda de enfrente, el Ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, el Príncipe Saud al-Faisal, hizo un llamado -en París- junto con Qatar para armar y financiar a los rebeldes mientras continúa la violencia; Arabia Saudita sostiene que las potencias extranjeras deberían "por lo menos ayudar a los sirios a defenderse". Al igual que otras potencias con intereses en la crisis siria, como Turquía, los Estados del Golfo pueden hacer más daño que beneficio y por ello el plan de Annan sigue siendo una opción válida.

Por su parte, Nicolas Sarkozy se enfrentará el domingo a la primera ronda de una dura pugna por su reelección ha liderado los pedidos para que el presidente Al-Assad sea depuesto; no es casual que apoye una la acción militar si ONU aprueba un mandato de la ONU en particular si su principal rival, el socialista François Hollande, dijo que enviaría tropas a Siria si ONU interviene. Según las encuestas, Hollande tiene una cómoda ventaja sobre Sarkozy para una segunda vuelta el 06 de mayo.

En esta línea se encuentra el testimonio de los líderes del Pentágono que tratan de detener a los representantes de países árabes como Arabia Saudita, Qatar y de las potencias europeas como Francia, Gran Bretaña y Alemania que alientan un rol más activo del Consejo de Seguridad.

Dentro del actual contexto de la situación siria, unos pocos actores involucrados tienen un verdadero interés en el bienestar del pueblo sirio; la mayoría desea aprovechar la coyuntura interna siria para resolver objetivos estratégicos de política exterior o expandir sus economías colapsadas por la crisis mundial. La iniciativa de Annan es la mejor opción porque es la única que no implica el uso de la fuerza para imponerse, ni contempla que unos derroten a otros para iniciar el dialogo.



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