miércoles, 3 de julio de 2013

Mursi cae en Egipto y Al-Assad gobierna en Siria


El ministro de Información sirio, Omran Al-Zoubi dijo que la única manera de Egipto puede superar su crisis es si el presidente Mohammed Morsi se da cuenta de que la inmensa mayoría del pueblo egipcio rechaza su presencia y que lo quiere fuera del poder. Al-Zoubi dijo a la prensa en Damasco, que la Hermandad Musulmana de Morsi es una organización "terrorista" y "herramienta de EE.UU."

Saboreando la caída de uno de los mayores críticos de Al-Assad, la televisión siria lleva a la cobertura en vivo de las enormes manifestaciones callejeras en Egipto que demandan la salida de Morsi. Hace un mes, Siria respondió a una ola de protestas contra el Primer Ministro turco, Tayyip Erdogan, otro feroz oponente de Al-Assad, solicitándole al mandatario turco que ponga fin a lo que Damasco calificó como la represión violenta dando un paso al costado.

Existe una fuerte animosidad de muchos años entre el régimen sirio y la Hermandad Musulmana, y en Siria la pertenencia al grupo ha sido castigada con la muerte desde 1980. La rama siria de la Hermandad hoy en día juega un papel clave dentro de la Coalición Nacional de la oposición, que es reconocido por más de 100 Estados y organizaciones como el representante legítimo del pueblo sirio; es por ello que Egipto rompió relaciones con el régimen sirio y ahora éste habla del fracaso en Egipto de la Hermandad.

La Hermandad Musulmana, una de las fuerzas más poderosas de Egipto, se enfrenta tal vez la peor crisis de su historia de 80 años. Sus miembros han sido abatidos a tiros en las calles, su nueva sede ha sido saqueada y quemadas mientras que su líder político -el presidente Mohamed Morsi- fue abandonado por los viejos enemigos y aliados recientes de la Hermandad. Se trata de una fuerte caída para el movimiento islamista con fuerte preeminencia en la región, y especialmente sorprendente para un grupo que fue elegido hace apenas un año por el voto popular. Sus críticos dicen que la Hermandad sigue atrapada en las viejas divisiones -enfrentando a los islamistas contra los militares- y no prestó atención a las demandas sociales.

La Hermandad fue sorprendida por la magnitud de la oposición popular, al no prever el tamaño de las manifestaciones, lo que refleja la falta de información desde las bases; adicionalmente, la Hermandad subestimó la velocidad de reacción de los militares ya que Morsi convenció a las FFAA cuando les dio plenos poderes. Incluso cuando el Ejército cerró el Parlamento islamista en la primavera pasada, los líderes de la Hermandad salieron respaldados rápidamente, pero a medida que los generales mostraron su voluntad de permitirle a la Hermandad que compita por el poder, ésta rompió su promesa de un gobierno pluralista y abierto.

Con el experimento democrático egipcio que terminó en con el derrocamiento del presidente Morsi, la administración Obama se encuentra tratando de generar consenso entre antagonistas; el interés norteamericano radica en que el país árabe más poblado, es ahora una prueba de su limitada influencia en la región. Obama no había forjado estrechos vínculos con Morsi, y fue ampliamente criticado por su enfoque distante a los intentos de Egipto por consolidar su democracia, en una región que lucha por detener a los militantes islamistas y las luchas sectarias.

En afán de demostrar la importancia que tenía para Washington los vínculos con el ejército egipcio, el Secretario de Estado John Kerry aprobó en silencio un paquete de u$s 1.300 millones en ayuda militar, a pesar de la incapacidad de Egipto para cumplir con las normas de democracia establecidas por el Congreso de EE.UU.; para ello, Kerry avaló que el gobierno egipcio "está apoyando la transición a un gobierno civil, incluida la celebración de elecciones libres y justas, la implementación de políticas de protección de la libertad de expresión, asociación y religión, y el debido proceso de ley."

Esta ayuda militar generó la falsa ilusión que mediante el apoyo a la las FFAA egipcias, EE.UU. podría controlar la política interna y la situación de seguridad interna de Egipto, especialmente de un gobierno islámico cuyas verdaderas inclinaciones aun se desconocen.

Desde Egipto a Siria, pasando por Irak y Afganistán, la administración Obama está decidida a demostrar que sólo va ir tan lejos como para ayudar a salvar a las naciones del caos de sí mismas, pero la intervención en los problemas internos de Medio Oriente –especialmente los violentos- ha quedado fuera de las opciones; este lineamiento de política exterior parece derivarse de las lecciones aprendidas en Irak y Afganistán, donde EE.UU. no puede tener éxito en la estabilización de las regiones más inestables del mundo

En el documento “Estrategia de Seguridad Nacional” de 2010, el presidente Obama precisó que "Las cargas de un joven siglo no pueden caer solo sobre los hombros de América", lo que explica la reticencia a involucrarse en los conflictos árabes.

Por ello, Al-Assad seguramente saboreará la caída de uno de sus principales detractores y puede permitirse declarar que "El que trae la religión para usar en la política o en favor de un grupo a expensas de la otra va a caer en cualquier parte del mundo. El resumen de lo que está sucediendo en Egipto es la caída del llamado Islam político". La Hermandad Musulmana siria y los sunitas sirios ha perdido a uno de sus principales apoyos regionales.



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