martes, 23 de julio de 2013

Pentágono describe opciones para una posible acción en Siria


El Pentágono le ha proporcionado Congreso su primera lista detallada de las opciones militares para ponerle un freno a la guerra civil en Siria, lo que sugiere que una campaña para inclinar el balance de poder contra el Presidente Bashar Al-Assad sería un vasta empresa, a un costo miles de millones de dólares y que podría volverse en contra de EE.UU. Las opciones, que van desde la capacitación a los rebeldes para la realización de ataques aéreos y supervisar una zona de exclusión de exclusión aérea sobre Siria, no son nuevas; pero el Gral. Dempsey proporcionó detalles acerca de la logística y los costos de cada uno. Específicamente mencionó que los ataques de largo alcance, contra objetivos militares del gobierno sirio, requerirían de "cientos de aeronaves, buques, submarinos y otros medios de apoyo a un costo de miles de millones."
 
Concretamente, Dempsey esbozó cinco opciones en una carta, que fue enviada en respuesta a las preguntas formuladas por dos miembros del Comité de Servicios Armados del Senado la semana pasada, después de una audiencia convocada para considerar el nombramiento de Dempsey a un segundo mandato de dos años como presidente del Estado Mayor Conjunto. La carta fue publicada por el senador Carl Levin (D), que junto con el senador John McCain (R), había cuestionado los puntos de vista de Dempsey.
 
Los miembros del Comité de Servicios Armados del Senado favorecen una acción militar más agresiva y presionaron a Dempsey -en una audiencia la semana pasada- a revelar qué consejo le está dando al presidente Obama; Dempsey señaló que “sería inapropiado para mí tratar de influir en la decisión", al hacer públicas sus recomendaciones al presidente cuando están bajo consideración.
 
  • Formación, asesoramiento y asistencia a la oposición. Tal misión podría incluir entrenamiento de armas, la planificación y la Inteligencia táctica y asistencia logística. Costo aproximado de u$S 500 millones al año.
  • La realización de ataques limitados. Se utilizarían las incursiones aéreas y misiles para atacar las defensas aéreas, tropas y la estructura de comando para dañar la capacidad del gobierno sirio para hacer la guerra. El costo podría llegar a los u$s 1.000 millones al mes, pero los ataques en represalia pondrían en riesgo a víctimas civiles.
  • Establecer una zona de exclusión aérea. Una zona de exclusión aérea requeriría cientos de aviones de combate y unidades de apoyo. El costo podría ser de u$s 1.000 millones al mes y se correría el riesgo de la pérdida de aviones, mientras que potencialmente no reduciría la violencia porque el régimen sirios se basa principalmente en las tropas de superficie más que en su Fuerza Aérea.
  • Establecer zonas de amortiguamiento. Esta opción usaría la fuerza para establecer zonas seguras dentro de Siria, donde la oposición podría capacitarse y organizarse al estar protegidos de los ataques de las fuerzas gubernamentales. El costo sería de más de u$s 1.000 millones por mes, y podría mejorar la capacidad de la oposición con el tiempo. Pero las zonas podrían convertirse en blancos de ataque sirios.
  • Control de las armas químicas. La fuerza letal puede ser usada para prevenir la proliferación de armas químicas y destruir el "enorme arsenal" de Siria. Esta opción requeriría cientos de aviones, así como el personal sobre el terreno y podría costar más de u$s 1.000 millones por mes.
Por otro lado, un líder de la oposición siria dijo que recibió un correo electrónico el lunes por la noche, con las reservas del Congreso en gran medida abordadas, y donde se mencionaba que las armas americanas comenzarían a fluir hacia los rebeldes dentro de unas pocas semanas. El funcionario señaló que "Pensamos que agosto es la fecha." En una entrevista al enviado especial de ONU para Siria, Lakhdar Brahimi, éste expresó su decepción por la aprobación del Congreso y precisó que las "armas no hacen la paz. Nos gustaría para ver la entrega de armas se detenga para todas las partes."
 
El Presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Mike Rogers, sostuvo que “estamos en una posición en la que el gobierno puede seguir adelante", luego que el pasado 12 julio los miembros del Comité de Inteligencia del Senado cuestionaron la posibilidad de armar a los rebeldes. Fuentes parlamentarias indicaron que ambos Comités estaban convencidos, por lo que el flujo de armas debería comenzar sin retrasos, pero el calendario de entregas no está claro y los partidarios de los rebeldes auguran que las entregas de armas comenzarán en agosto.
 
Dempsey también puntualizó que una incursión militar de EE.UU. podría potenciar a los grupos extremistas que no se sienten especialmente atraídos hacia las políticas norteamericanas y que "la decisión de usar la fuerza no es algo que cualquiera de nosotros toma a la ligera. Es nada menos que un acto de guerra”. Con esta evaluación, Dempsey hace un lanzamiento de toda la estrategia del gobierno en su conjunto para el logro de los objetivos políticos de EE.UU. en coordinación con sus aliados y socios.
 
El presidente Obama no ha mostrado ningún interés porque EE.UU. desempeñe un papel militar más amplio en Siria, y en todo caso la posición del Gral. Dempsey pone de relieve la renuencia del presidente en unirse al conflicto; algunos sectores especulan que el lenguaje público más circunspecto de la administración, sobre el presidente Al-Assad, fue significado para sentar las bases para una realidad a largo plazo de una Siria dividida. Dempsey evaluó los riesgos y beneficios de diferentes opciones militares, pero su tono era de moraleja lo que sugiere que el Pentágono ve a todas estas opciones con trepidación.
 
Una zona de exclusión aérea tendría poco efecto en reducir las bajas civiles ya que la mayoría de las muertes son por fuego de artillería, ametralladoras y los francotiradores, no por los ataques aéreos; adicionalmente una zona de exclusión aérea sería muy costosa y exige de una extensa red de logística con el riesgo que las naves puedan ser derribadas. Las otras opciones implican que miles de soldados estadounidenses deberían desplegarse en el terreno –para el establecimiento de zonas de amortiguación, protección de civiles o para controlar las armas químicas- algo que ya fue probado en Iraq y Afganistán con resultados nefastos para EE.UU.

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