El fin de semana en Siria estuvo marcado por la violencia que dejó un saldo de cinco a siete personas muertas a manos de la policía; mientras que las protestas continuaron el lunes en Siria, lo que motivó al gobierno a enviar de tropas a la ciudad de Daraa. Las protestas en esa ciudad se desataron por la detención de 15 niños por escribir consignas contra el gobierno en la propiedad pública, el aumento de la intimidación por el aparato de seguridad temían tras las detenciones llevó a la gente a las calles el viernes.
Por otra parte, las manifestaciones en Damasco que pedían la liberación de los presos políticos de 32 manifestantes de DDHH detenidos y condenados a ocho años de prisión, terminaron con varios detenidos. Entre de las mujeres detenidas algunas se encuentran en huelga de hambre. El domingo manifestantes atacaron la sede regional del partido gobernante Ba´ath, y fueron dispersados por la policía, que utilizó gas lacrimógeno, y también incendiaron el palacio de justicia de la ciudad.
Mazen Darwish, activista sirio de DDHH dijo que al menos cinco personas murieron por disparos cuando las fuerzas de seguridad trataron de dispersar a cientos de manifestantes en la ciudad de Daraa, citando a testigos y fuentes médicas en el lugar.
Las fuerzas de seguridad parecieron adoptar tácticas de mano menos dura que en días anteriores, sin embargo, un pequeño grupo fue perseguido por la policía y cinco fueron detenidos. Los soldados habían sido desplegados antes en las entradas de Daraa, donde las personas que entran y salen de la ciudad se les pide sus documentos de identidad.
El Secretario General Ban Ki-moon, manifestó su preocupación por las muertes en Daraa y dijo que el uso de la fuerza letal contra manifestantes pacíficos es inaceptable. Su portavoz, Martin Nesirky, señaló que el Secretario General considera que, como en otras situaciones, es responsabilidad del gobierno de Siria escuchar las legítimas aspiraciones del pueblo y la dirección a través de reformas incluido el diálogo político genuino, no la represión.
Mazen Darwish, activista sirio de DDHH dijo que al menos cinco personas murieron por disparos cuando las fuerzas de seguridad trataron de dispersar a cientos de manifestantes en la ciudad de Daraa, citando a testigos y fuentes médicas en el lugar.
Las fuerzas de seguridad parecieron adoptar tácticas de mano menos dura que en días anteriores, sin embargo, un pequeño grupo fue perseguido por la policía y cinco fueron detenidos. Los soldados habían sido desplegados antes en las entradas de Daraa, donde las personas que entran y salen de la ciudad se les pide sus documentos de identidad.
El Secretario General Ban Ki-moon, manifestó su preocupación por las muertes en Daraa y dijo que el uso de la fuerza letal contra manifestantes pacíficos es inaceptable. Su portavoz, Martin Nesirky, señaló que el Secretario General considera que, como en otras situaciones, es responsabilidad del gobierno de Siria escuchar las legítimas aspiraciones del pueblo y la dirección a través de reformas incluido el diálogo político genuino, no la represión.
El gobierno sirio ha enviado funcionarios de alto rango a Daraa para calmar las tensiones que van en aumento, los manifestantes reclaman ahora el cierre de la sede de la policía secreta local, la destitución del gobernador, y un juicio público a los responsables de los asesinatos. La situación interna de Siria es focalizada y hasta ahora le permite al régimen de Al-Assad controlar los manifestantes y mantenerlos dentro del nivel de reclamos internos reducidos.
El malestar sirio es una sorpresa para la política exterior de EE.UU. que esperaba fuese inmune al contagio árabe, en particular luego de la caída de Egipto y otros regímenes pro-estadounidenses. Si EE.UU. desea evitar que colapse el régimen de Al-Assad, en parte por el caos que le generaría a Israel, debería buscar nuevas formas de acercarse al régimen sirio en vez de mantener suspicacias sobre cada movimiento.
El interés nacional de EE.UU. en estas revueltas árabes es que caigan los regímenes anti-estadounidenses, mientras que ayuda a los regímenes pro-estadounidenses a llevar adelante una reforma liviana de apertura moderada. Siguiendo esta línea, la administración Obama debería apoyar a los opositores internos en vez de cortejar a al régimen pero el escenario regional no permitiría otra pérdida por la incertidumbre que provocaría.
El malestar sirio es una sorpresa para la política exterior de EE.UU. que esperaba fuese inmune al contagio árabe, en particular luego de la caída de Egipto y otros regímenes pro-estadounidenses. Si EE.UU. desea evitar que colapse el régimen de Al-Assad, en parte por el caos que le generaría a Israel, debería buscar nuevas formas de acercarse al régimen sirio en vez de mantener suspicacias sobre cada movimiento.
El interés nacional de EE.UU. en estas revueltas árabes es que caigan los regímenes anti-estadounidenses, mientras que ayuda a los regímenes pro-estadounidenses a llevar adelante una reforma liviana de apertura moderada. Siguiendo esta línea, la administración Obama debería apoyar a los opositores internos en vez de cortejar a al régimen pero el escenario regional no permitiría otra pérdida por la incertidumbre que provocaría.
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