jueves, 21 de julio de 2011

Crece la presión diplomática sobre Siria



El gobierno sirio advirtió al embajador de EE.UU., Robert Ford, que corría riesgo de ser expulsado del país si abandona Damasco otra vez. Esa amenaza, viene tras la reciente visita de Ford a los manifestantes en Hama, en un acto que podría complicar el impulso de la administración Obama para una transición democrática en Siria. De acuerdo con funcionarios del gobierno, Ford fue visto como liderando un esfuerzo por unificar el movimiento de oposición en Siria y ayudar a establecer un liderazgo democrático sólido.

Francia, cuyo embajador también viajó fuera de Damasco, ha rechazado la advertencia del gobierno sirio sobre viajar fuera de la capital sin permiso. Romain Nadal, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores francés, dijo que la advertencia del Ministro de Exteriores de Siria ilustra el aislamiento del régimen sirio.

Qatar también ha incrementado su presión sobre Siria esta semana al retirar a su misión diplomática de Damasco, también circularon rumores sobre que las inversiones de Qatar en Siria habrían sido congeladas; el emirato hasta el momento no había reaccionando directamente sobre la situación en Siria y había mantenido un bajo perfil, en relación al apoyo directo y explícito que le dio a los rebeldes libios en contra de Gadafi. Desde Qatar se justificaron las medidas como una respuesta frente a los ataques -con piedras, huevos y tomates- de su misión diplomática en Damasco sufridos en protesta por la cobertura de los disturbios de la televisora qatarí Al-Jazeera.

Otra acción más discreta, habla de rumores sobre un apoyo financiero de Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita hacia los grupos de la oposición siria, solventando sus conferencias y comunicaciones. Hasta el momento no hay ninguna señal directa que los líderes árabes estén dispuestos a abandonar públicamente a Bashar Al-Assad.

Pero el escenario árabe está bajo cambios que reconfiguran los sistemas de alianzas y que no son las mismas desde que comenzaron las manifestaciones. Nabil Elaraby, el nuevo Secretario General de la Liga Árabe, afín a la política de no injerencia criticó a Obama cuando afirmó que Al-Assad había perdido su legitimidad, mientras que su predecesor Amr Moussa opinaba lo contrario debido a su candidatura a la presidencia de Egipto y su intención de mostrar una imagen democrática y apoyó a la intervención de OTAN en Libia.

El alejamiento de Qatar también está indicando que, debido a la creciente presión internacional y al marcado deterioro de la situación interna, ya no tendría mayor sentido apoyar al régimen sirio porque su influencia regional está en declive. El caso de los palestinos es un ejemplo de ello, la reconciliación de Hamas -financiada por Doha- con Al-Fatah saca a Siria como actor intermediario en la ecuación de paz palestino-israelí.

Es cierto que Al-Jazeera ha reportado la represión en Siria de manera más exhaustiva que otras coberturas realizadas en situaciones similares en los diferentes países árabes. Y esto es un signo del apoyo de Qatar hacia Arabia Saudita -su socio estratégico- que desea un mayor protagonismo de los sunitas en la región, frente al avance de los chiitas apoyados por Irán –socio estratégico de Siria- que inclusive que le costó el gobierno al saudita Saad Hariri en Líbano.

La oposición todavía permanece débil pero apuesta a que un deterioro de las variables económicas nacionales le reste el apoyo de la clase alta-sunita -vinculada a los negocios y empresas estatales- y que es uno de los principales apoyos del régimen alawita. Pero la oposición no ha logrado, por el momento, el apoyo de las clases medias y altas urbanas –lo que explica la baja movilidad social en Damasco y Alepo- y la élite empresarial está relacionada, debido a sus negocios, a la suerte del gobierno por lo que se le debería dar algún tipo de garantía que sus negocios permanecerán para que sumen su apoyo a la oposición.

El otro apoyo importante del régimen es la estructura de seguridad, predominantemente compuesta por elementos sunitas pero dirigida por oficiales alawitas. Los incidentes de Homs, donde se comenzaron a ver enfrentamientos entre los alawitas y sunitas, puede marcar el comienzo de una inflexión en la estructura de seguridad donde el régimen vería limitada su posibilidad de utilizar la fuerza de manera discrecional.

La conjunción de los segmentos militares y empresariales, mayoritariamente sunititas pero liderados por alawitas, en contra del régimen de Al-Assad resulta poco probable ya que ambos sectores todavía apuestan a su continuidad frente a la posibilidad de la alternativa de una guerra civil-sectaria.

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