En Siria se da una extraña paradoja. Mientras que EE.UU. ha contribuido con un total de u$s 385 millones en ayuda humanitaria, casi ninguno de los sirios que reciben ayuda saben que está financiada por los estadounidenses o lo que es peor, algunos sirios incluso creen que esa ayuda es proporcionada por el Frente Al-Nusra –cuyo jefe recientemente juró lealtad al líder de Al-Qaeda, Ayman Al-Zawahiri-. Por ejemplo, EE.UU. envió harina, que ha alimentado a 210.000 personas por día y mantas para 168.000 personas; además Washington está proporcionando capacitación y equipos de comunicación a los rebeldes, los ayuda a coordinar el flujo de armas a los combatientes extranjeros de oposición.
El diario The Washington Post recientemente fue invitado a presenciar el esfuerzo de ayuda -sin publicidad-que una agencia está realizando en Aleppo para distribuir la ayuda norteamericana en la región; estas donaciones se hacen de manera encubierta para evitar represalias contra el personal involucrado, lo que ilustra el dilema que enfrenta la administración de Obama mientras explora nuevas formas de intensificar su apoyo a la oposición siria. EE.UU. también financia 144 hospitales de campaña y clínicas que tratan a los heridos sirios en todo el país, y proporciona el 90% de toda la ayuda médica que llega a las zonas rebeldes; estos fondos superan a todos los donantes internacionales –que han enviado sólo un tercio de los fondos prometidos- pero siguen siendo muy por debajo de lo necesario para satisfacer las necesidades del país.
Desde el comienzo del primer mandato del presidente Obama, la postura de su administración ha sido totalmente reactiva frente a los acontecimientos en Medio Oriente; esta política de “sentarse y esperar", posiblemente ha desperdiciado una oportunidad para influir positivamente en el curso de los acontecimientos de la Primavera Árabe. La falta de una estrategia, para capitalizar las oportunidades o para contener las consecuencias negativas de la Primavera Árabe, son evidentes: por ejemplo Obama no ha visitado a un solo país árabe que donde pasó por la Primavera Árabe y Siria es percibida como una trágica crisis humanitaria sin obvias implicaciones estratégicas para EE.UU. Cuando el presidente Obama visitó la región en marzo de 2013, el foco de su agenda fue el proceso de paz árabe-israelí - y las necesidades de Defensa de Tel Aviv, en lugar de Siria.
En el pasado, el lado más débil a menudo pidió ayuda y asistencia a EE.UU. sobre la base de valores comunes o por promesas de una administración cercana a los intereses estadounidenses. En esta línea de pensamiento, EE.UU. debería intervenir no solo para producir un escenario más amigable en la Siria pos Al-Assad –algo que no es en absoluto una conclusión inevitable- sino que además debe tomar medidas para evitar la "decepción" del día que EE.UU. deba atacar en suelo sirio. A pesar que es el régimen de Damasco y no Washington la causa inmediata del sufrimiento de la sociedad siria -y que es Irán y Rusia quienes apoyan al régimen de Al-Assad- la percepción que EE.UU. tiene una porción de culpa es alta y casi inevitable.
Ahora, si EE.UU. interviene en Siria, en nombre de la rebelión y comenzar a matar activamente a nacionales sirios, ¿Qué garantía existe que la "próxima generación" de los muertos y heridos por la acción estadounidense no quiera vengarse? Ciertamente, después de una intervención de EE.UU., el bando perdedor en la guerra civil siria –por caso el alawita- también tendrá un incentivo para "vengarse" de EE.UU. por su derrota y despojo; especialmente teniendo en cuenta su pasado como una comunidad secreta y recluida a las montañas costeras de Latakia, el grupo podía transmitirle a sus hijos el deseo de venganza por la pérdida del control de su posición socio-política, a menos que EE.UU. interviniese de manera directa para separar y proteger a las minorías sirias contra los excesos de la mayoría sunita, eventualmente la vencedora en la guerra civil.
La "doctrina de gratitud", es una suposición de Occidente sobre que cualquier tipo de asistencia hacia aquellos que tratan de derrocar a un régimen represivo -sobre todo de la ayuda militar necesaria para contrarrestar la superioridad de las fuerzas del dictador- producirá un nuevo gobierno, que será más receptivo a la influencia de EE.UU. y UE, en cuanto a los intereses y preocupaciones occidentales. Esta doctrina ha tenido resultados dispares y no siempre fueron positivos para Occidente; China, por el contrario, ha practicado una "estricta neutralidad" en Libia e Iraq. Beijín, que se opuso a la invasión norteamericana de 2003 que derrocó a Saddam Hussein, ahora se ha convertido en uno de los principales actores en la industria petrolera del país, lo que lleva a algunos a concluir que China ha cosechado el mayor beneficio de la guerra de Irak que EE.UU. que ayudó a “derrocar un tirano”.
El espiral de violencia en Siria se espera que siga matando a decenas de miles más y producirá varios millones de refugiados para finales del presente año, las consecuencias estratégicas no son inmediatas pero lo serán en el mediano plazo; la supuesta despreocupación estadounidense ante la violencia en Siria, está fomentando el antiamericanismo y las oleadas de refugiados constituirán un factor de inestabilidad en los países donde se refugian además de transformarse en un caldo de cultivo para el extremismo. La posibilidad que un Estado fallido enfrascado en una guerra civil sin un claro dominador, donde el extremismo y la inestabilidad se agraven y con todo tipo de grupos terroristas pro Al-Qaeda es un escenario inquietante. Peor aún, si tenemos en cuenta que el conflicto sirio tiene el potencial para desbordar las fronteras nacionales, ya que el país se ha convertido en un campo de batalla de un conflicto más amplio que enfrenta a los chiitas contra los sunitas, exponiendo la competencia regional por el poder entre Irán versus Turquía y Arabia Saudita.
En una poco frecuente conferencia de prensa el líder de la Hermandad Musulmana siria, Mohammad Al-Raid Shaqfa, destacó que el grupo cuenta con una potente red de donantes -entre miembros en el exilio y en países del Golfo- y negó las acusaciones de los rebeldes que señalan que la Hermandad está tratando de controlar el levantamiento a través de los grupos políticos de exiliados y marginando a los combatientes no islámicos en el interior del país; desde la oposición y rebeldes se afirma que el movimiento islámico se está posicionando para asumir el poder una vez que la guerra civil contra Al-Assad sea ganada. Entre los que atacan regularmente a la Hermandad se encuentran son veteranos disidentes seculares, como Kamal Labwani, quien acusa al grupo de usar el dinero para construir alianzas; casualmente, al día siguiente de la elección de Ghassan Hitto, a él y una docena de otros miembros les suspendieron su afiliación a la Coalición.
La convocatoria de 11 países a una reunión de urgencia en Estambul, después que el Frente Al-Nusra prometió lealtad a Ayman Al-Zawahri, es una señal de la preocupación que tienen varios actores internacionales con intereses en Siria sobre el escenario pos Al-Assad; las potencias occidentales quieren ver el final de más de cuatro décadas de gobierno de la familia Assad, pero no quieren intervenir militarmente en Siria. La aparición y avance de grupos salafistas o radicales -como el Frente Al-Nusra- amenaza con profundizar la división sectaria en todo Medio Oriente; no es casual que en un comunicado la Coalición Nacional de Siria haya señalado que el anuncio del Frente Al-Nusra "repugna a la voluntad del pueblo sirio y a los objetivos de la revolución", pero agregó que el grupo no puede ser ignorado.
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