viernes, 1 de marzo de 2013

Las ambigüedades sobre Siria


El Secretario de Estado, John Kerry, llegó a Ankara en una visita de dos días a Turquía para dialogar con los dirigentes turcos y funcionarios, entre ellos el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, el presidente Abdullah Gul y el Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan. Sin embargo, no está claro si las conversaciones ayudarán a reducir sus diferencias sobre Siria, ya que hace unos días Erdogan expresó su pesimismo sobre Siria debido a que "EE.UU. no ha asumido la responsabilidad todavía. ¿Qué podemos discutir y acerca de qué punto?".

Otro punto controvertido de la visita de Kerry es el tema de la cooperación turca con el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí (GRK) a pesar de la objeción de Bagdad. De acuerdo a las declaraciones del ministro de Petróleo iraquí, Abdul Kareem Luaibi, Turquía le ha dicho a Irak que rechazará cualquier extensión de tuberías de petróleo y gas del Gobierno Regional de Kurdistán sin la aprobación del gobierno de Bagdad; sin embargo, el Ministerio Energía turco, Taner Yildiz, se negó a comentar sobre la declaración de Luaibi. La controversia se debe a las objeciones de EE.UU. sobre la cooperación energética de Ankara con el GRK, que fue recientemente expresada por el presidente Gül. "Hay una situación contradictoria, en el pasado, cuando nuestras relaciones con los kurdos del norte de Irak no eran buenas, nuestros amigos y aliados nos decía: 'Por favor, sean bueno con ellos. Ahora que estamos teniendo buenas relaciones con ellos, se genera malestar".

Rusia sostiene que las decisiones tomadas en la reunión de "Amigos de Siria", celebrada en Roma, en la que países occidentales y árabes prometieron ayuda a los rebeldes sirios solo alentaría a los extremistas que buscan el derrocamiento del presidente Al-Assad; Alexander Lukashevich, portavoz de la cancillería rusa, dijo que los intentos rebeldes inevitablemente causarían sufrimiento entre la población civil en Siria y negó que Rusia está apuntalando al régimen de Al-Assad. Pero si lo ha protegido mediante el veto de los proyectos de sanciones dentro del Consejo de Seguridad de ONU e insiste en que su salida del poder no debe ser una condición previa para una solución negociada.

¿Por qué EE.UU. cambió su política hacia Siria? En primer lugar, Washington parecía que estaba esperando a que pasaran las elecciones presidenciales del año pasado para abordar algún nuevo tipo de enfoque, en parte por el costo político de asumir cualquier acción temeraria, y en segundo lugar porque el desempeño de los rebeldes en el norte del país en los últimos seis meses mejoró, pero no distaba mucho de tener el efecto decisivo deseado; por ello tiene cierta lógica que ahora se fuerce un nuevo frente en el sur, desde Jordania con apoyo saudita, para ponerle más presión a Damasco. Pero sería un error estimar que la prioridad de EE.UU. es acelerar el cambio de régimen, como un medio para salvar su reputación dentro de la sociedad siria y en la región; en realidad el tardío esfuerzo norteamericano apunta más a debilitar las fuerzas yihadistas, que hacen una buena campaña militar apoyada por una red de asistencia social más eficiente que la apoyada por los países occidentales.

En efecto, la política de EE.UU. está causando un enorme daño a su reputación entre la oposición siria, lo que repercute en beneficio directo de las grupos armados salafistas y yihadistas -como Jabhat Al-Nusra- que eclipsan a sus pares seculares y nacionalistas; la falta de un apoyo concreto empuja a los moderados a las filas yihadistas que tienen mejores armas y fondos para solventar los salarios de los combatientes. EE.UU. tiene como objetivo, luego de la reunión de Roma, un cambio del equilibrio dentro de las filas rebeldes que garantice una multipolaridad cuando Al-Assad caiga: los yihadistas no serían capaces de ganar si unidades del Ejército Sirio Libre (ELS) conforman una red informal de grupos rebeldes –que gozarían el apoyo de EE.UU.- de tal manera que derroten a las fuerzas estatales y gobiernen aceptablemente en las zonas liberadas.

Por ello no sorprende que la CIA esté entrenando a combatientes sirios en Jordania, aunque el Secretario de Estado John Kerry lo haya negado, desde hace año en un programa secreto orientado a fortalece el Comando Militar Supremo (CMS). El SMC se diferencia de otros esfuerzos por unificar a la oposición militar debido a que están incluidos más grupos y redes de apoyo, además incluye todos los comandantes de campo sirios más importantes y su autoridad se basa en el poder y la influencia de estos líderes rebeldes como: Abdel Qadir Salah -jefe de la Brigada Tawhid de Aleppo-, Mustafa Abdel Karim -jefe de la Brigada Dara Al-Thawra-, Ahmed Issa -jefe de Brigada Al-Sham Suqour de Idlib-, Marouf Jamal -jefe de la Brigada de los Mártires de Siria de Idlib-, Osama Al-Jinidi -jefe de los Batallones Farouq- y el Gral. Ziad Al-Fahd -jefe de las Fuerzas Armadas Damasco Consejo-. Lo interesante del CMS es que se divide en cinco frentes geográficos con seis miembros elegidos cada uno: el Frente Oriental, el Frente Occidental, el Frente Norte, el Frente Sur y el frente Homs

Pero no hay garantías que el armado del ELS o del CMS acelerare significativamente el derrocamiento de Al-Assad mientras que si existe la posibilidad que las armas proporcionadas a los “grupos rebeldes de confianza” puedan terminar en las filas de los combatientes islamistas radicales, que constituyen el segundo frente de EE.UU. luego del régimen de Al-Assad. Armar a los rebeldes tampoco conduciría al uso de poder aéreo de EE.UU. o el envío de tropas, solo haría más probable una escalada de la violencia; es más probable que el presidente Obama se haya dado cuenta de que los días del régimen sirio están contados y esté convencido que es mejor tener un poco de influencia política en el futuro gobierno que no tener ninguna.

La duda radica en si las nuevas acciones adoptadas por la administración Obama son las indicadas en el actual contexto donde existe una gran desconfianza entre los sirios sobre las intenciones norteamericanas para la región y el hecho de que Bashar Al-Assad goza de un considerable apoyo en algunos sectores de la sociedad siria.


 

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