viernes, 6 de junio de 2014

La victoria de Bashar Al-Assad


El progreso del gobierno sirio ha sido lento, pero en los últimos 9 meses, ha avanzado en el terreno en gran parte gracias a Hezbollah, las milicias chiitas iraquíes y a un ejército paralelo entrenado en Irán conocido como la Fuerza de Defensa Nacional (FDN). Hace un año, los rebeldes fueron expulsados ​​de Qusayr, en la frontera con el Líbano; en marzo de este año fueron desalojados de Qalamoun, cortándoles la línea de suministro a los rebeldes desde Líbano. Ahora sigue Aleppo, una ciudad dividida entre el gobierno y rebeldes por más de dos años. 

Las fuerzas del presidente Al-Assad se basan en el apoyo extranjero -principalmente de Irán y Rusia- combinadas con tácticas duras –asedios, bombas-barril, prohibición del paso de ayuda humanitaria, etc.- pero principalmente, Al-Assad tiene otras ventajas determinantes: tiene una estrategia determinada (carente en la oposición) y un apoyo consistente y más generoso de sus aliados. Y él no está paralizado por las divisiones internas que padecen los opositores y rebeldes. 

En el primer semestre de 2014, los grupos rebeldes desviaron su guerra hacia los grupos yihadistas, contra el Estado Islámico de Irak y Al-Sham (ISIS) y Jabhat al-Nusra, que en el enfrentamiento contra las fuerzas estatales. La presencia de los yihadistas no solo influenció las operaciones rebeldes, sino que también disuadió a los aliados occidentales y árabes del Ejército Libre de Siria (ELS) para que les envíen más ayuda militar ante las dudas sobre su destino final. Este panorama consolidó la posición de poder Bashar Al-Assad, como único garante posible de la estabilidad, ante la emergencia de los elementos yihadistas-salafistas y la renuencia de Occidente a involucrarse de manera directa en la revolución siria.

Desde la perspectiva de Hezbollah, su intervención se convirtió en una necesidad estratégica ya que el levantamiento inicial se transformó en una guerra regional de suma cero, llegando a ver la posible pérdida de su aliado de Damasco como una amenaza existencial, colocándolo al borde cuestionarse su propio futuro; por otra parte, el flujo de yihadistas extranjeros contrarios a Al-Assad constituía una amenaza real a largo plazo a Hezbollah. La declaración de una guerra preventiva contra los takfiris (musulmanes que denuncian a otros de infieles o impíos) resultó independiente de las diferencias y divergencias entre los grupos armados sirios.

La participación de Hezbollah encendió el extremismo y profundizó la brecha sectaria regional, al punto de poner en peligro su propia profundidad estratégica, ya que se aleja a amplios segmentos de la población siria donde gozaba de una imagen positiva. Por ello no sorprende que hoy el líder de Hezbollah, Sayyed Nasarallah, haya señalado que “Las elecciones demostraron que la solución política en Siria comienza y termina con el presidente Bashar Al-Assad (…) Es el presidente que ha sido elegido por millones para un nuevo mandato de siete años (…) Los que quieren trabajar para una solución política debe hablar con él, negociar con él y llegar a una solución con él (…) Hacemos un llamamiento a los combatientes para avanzar hacia la reconciliación y el diálogo, en busca de salidas políticas para poner fin al derramamiento de sangre (…) Esta lucha no hará sino aumentar la destrucción de su país y añadir al derramamiento de sangre (…) Todo el mundo debe reconocer y aceptar que la guerra en Siria no dará lugar a que otros tomen el control de la misma."

Que el ISIS siga ganando terreno en el Este de Siria, y procure unirse a sus socios que controlan parte del territorio en la provincia iraquí de Anbar, solo confirma los temores de la sociedad siria y la hipótesis de Nasrallah sobre una amenaza sectaria a largo plazo. El ISIS ha dicho, a través de su líder Abu Bakr Al-Baghdadi, que tiene como objetivo establecer un emirato islámico en el Levante, es decir, un solo territorio transfronterizo unificado bajo el mando del grupo; mientras tanto, Jabhat Al-Nusra –el grupo oficial de Al-Qaeda en Siria- está luchando ISIS en el Este del país, repitiendo la anterior estrategia del ELS. 

Que hoy se cuestione si se trató de una elección democrática o si los votos fueron coaccionados no son elementos sustanciales dentro del contexto sirio, el punto de importancia es que la elección reforzó la opinión de que el gobierno de Al-Assad no está colapsado. El resultado fue el esperado y lo significativo es que esta fue la 1ra. elección en la que el Partido Baa’th de Siria compite con más de un candidato, siendo discutible también la independencia intelectual de los candidatos opositores. El punto demostrado es que la guerra civil les dio a los votantes la opción y la justificación para no concurrir a los lugares de votación –pregonado desde la oposición- pero el presentismo fue del 73,42%, superando a la reciente elección en Egipto - 47,5%- o a cualquier elección en un país occidental, sin guerra civil.

Una amplia mayoría de sirios no simpatizan totalmente con el gobierno de Al-Assad, pero no se sienten mejor con la oposición o con los rebeldes -tanto laicos como yihadistas- a los que consideran empañados en ganar una guerra a casi cualquier costo. Por ello, discutir la legitimidad o no de las elecciones es un error, ya que algunas de las razones por las que Al-Assad sigue en el poder, están fuera del propio Al-Assad.




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