miércoles, 18 de mayo de 2011

EE.UU. impuso sanciones al Presidente de Siria


Finalmente los Estados Unidos impusieron sanciones al presidente sirio, Bashar Al-Assad, y otros seis colaboradores por violaciones de los derechos humanos en una dramática escalada de la presión sobre Siria para poner fin a la represión contra los manifestantes. La medida, anunciada por el Departamento del Tesoro, congela los bienes de los funcionarios sirios que se encuentran en los Estados Unidos -o de otro tipo- dentro de la jurisdicción de EE.UU. y prohíbe a los nacionales y empresas norteamericanas tratar con ellos.

Aunque no resulta del todo claro si se verá algún efecto inmediato sobre la dinámica del conflicto, resulta significativa la decisión de la Casa Blanca y proyecta un profundo gesto simbólico sobre la tolerancia de que EE.UU. tiene sobre las acciones del régimen sirio frente a las demandas sociales. Estas medidas también marcan la política norteamericana para la región, luego del veto de Rusia y China a la resolución del Consejo de Seguridad, impulsada junto a Inglaterra y Francia.

El Departamento del Tesoro indicó que las sanciones también incluyen al vicepresidente, Farouq Al-Shara; el Primer Ministro Adel Safar; el ministro del Interior, Mohammad Ibrahim Al-Shaar; el ministro de Defensa Ali Habib; el Jefe de la Inteligencia Militar siria, Abdul Fatah Qudsiya y al director de la Dirección de Seguridad Política, Mohammed Dib Zaitoun.

Mientras tanto, el gobierno suizo ha manifestado su imposición de sanciones a Siria debido a la violenta represión de los manifestantes. Concretamente se restringió la venta de armas, la congelación de activos en los bancos nacionales y la prohibición de viajar a 13 funcionarios de alto nivel nombrados por la Unión Europea el 9 de Mayo.

El presidente Al-Assad señaló, en el marco de una reunión en Damasco, que algunas de las prácticas incorrectas por parte de las fuerzas de seguridad que se produjeron como resultado de la falta de conciencia de éstas sobre cómo manejar una situación como la actual; pero destacó que el trabajo policial se basa en la formación de cuatro mil policías, que harán lo correcto con el fin de prevenir tales excesos.

En una parte de su alocución, Al-Assad señaló que Siria debía ahora "superar la crisis" y que ella estaba llegando a su fin. El presidente también reconoció la rampante la corrupción y el soborno, especialmente en la judicatura, las aduanas, los Departamentos y Ministerios; además de la interferencia que una mayor seguridad provoca en la vida cotidiana y en los ámbitos de gobierno.

Activistas en Siria llamaron a una huelga general nacional para hoy, con la esperanza de poner más presión sobre el gobierno Al-Assad. Pero las escuelas, tiendas y otros negocios permanecieron abiertos en Damasco y otras ciudades; en la mayor parte del país el llamado a la huelga fue ignorado, en gran medida por temores a las represalias del gobierno.

El temor se debe a las operaciones que el aparato de seguridad sirio está desarrollando a lo largo del país. El más reciente operativo fue en Tel Kelakh –en la frontera con Líbano-, un día después de una manifestación que exigió el derrocamiento del régimen. Un testigo del lado libanés de la frontera, dijo que se oyó un intenso tiroteo en Tel Kelakh.

La adopción de este nuevo paquete de sanciones por parte de EE.UU., mientras se aguardan similares medidas desde la Unión Europea, señalan el bajo nivel de confianza que las potencias occidentales tienen sobre las posibles reformas que el presidente sirio ha prometido pero que no se han aplicado en la realidad. La falta de apoyo por parte de China, dentro del Consejo de Seguridad, es también una señal de la preocupación con la que Beijín observa las manifestaciones sociales y refleja el temor que las autoridades chinas tienen de un posible contagio en su país.

Rusia es otra incógnita para EE.UU. En declaraciones a los medios de comunicación, el presidente Dimitri Medvedev dijo que Rusia no apoyaría una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria si ésta fuese similar a la resolución que autorizaba la intervención militar en Libia. Medvedev no aclaró si Rusia utilizaría su poder de veto o si se abstendría de hacerlo.

Medvedev ha mantenido una postura crítica y recientemente ha reiterado sus denuncias de que la coalición -dirigida por la OTAN- ha ido más allá de su mandato en Libia y que Moscú se opone a una intervención extranjera similar en Siria.

Aunque el régimen de Al-Assad haya consolidado su poder, controle a los manifestantes y promueva nueva legislación que reglamenta las marchas, el precio político que debe pagar ahora es elevado. Los medios empleados por Al-Assad para sostener al régimen lo han colocado en la mira de las principales potencias occidentales, más aun después que se conocieron los informes sobre las operaciones militares en las diferentes ciudades sirias.

La ventaja que todavía tiene el presidente sirio a su favor es el modelo de intervención libio. La OTAN con mandato de Naciones Unidas sostiene una campaña aérea que no se refleja en tierra, los avances de los rebeldes son lentos y no son lo suficientemente contundentes como para provocar la caída de Gadafi; por otro lado la oposición no ha logrado establecer un frente viable, sino que cada tribu lucha por destituir al líder libio para alzarse con el poder y esto genera preocupación en los decisores occidentales. Difícilmente desde Occidente busque otra intervención así, cuyo resultado sea altamente incierto.

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