jueves, 6 de junio de 2013

La lucha civil siria ¿Inicio de la guerra sunita-chiita en Medio Oriente?


El estado de ánimo oficial en Damasco es de optimismo, en parte porque la gran "batalla de Damasco" –anunciada por los rebeldes- no se materializó; la prometida "ofensiva sur" -impulsada por las armas de Arabia Saudita a Jordania para las unidades islámicas- se agotó y el levantamiento del embargo de armas de la UE solo sirvió para que Rusia envíe más armas al gobierno de Bashar Al-Assad. El caos y desorden en las filas rebeldes, sumado al temor occidental por el crecimiento de los yihadistas como Jabhat Al-Nusra, solo favorecieron al régimen sirio que recuperó la iniciativa; esa capacidad de resistencia del régimen ha confundido las predicciones occidentales sobre el daño sufrido por el ejército sirio, pero gran parte de la recuperación se hizo por las milicias alawitas entrenadas por Irán –o Comités Populares- Hezbollah y los cuerpos de élite como la 4ª División y la Guardia Republicana.

Los Comités Populares (Lija'an Sha'abiya), son fuerzas de defensa locales, que apoyados por el ejército sirio están asumiendo un papel cada vez más importante en el conflicto del país. Los Comités Populares (CP) –conocidos también como "Comités de los Pueblos"- están organizados inicialmente para la defensa de barrios pro-gubernamentales o políticamente neutrales que no estaban vigilados activamente por el ejército sirio; algunos CP han sido acusados de perpetrar la violencia comunitaria, con o sin el apoyo de los militares sirios y la Comisión de Investigación sobre Siria de ONU afirma que algunos de estos grupos han cometido secuestros, detenciones arbitrarias y asesinatos de miembros de la oposición siria.

Aunque son acusados por la oposición siria de servir a la misma función que las unidades Shabiha, los CP se diferencian porque no se despliegan generalmente fuera de su área de residencia y se componen por minorías -cristianos, drusos y alawitas- tanto hombres como mujeres. Para mejorar la capacidad de los CP y darles una mayor carga en la defensa local y regional contra los rebeldes, el gobierno sirio está tratando de integrar los CP en un “Ejército de Defensa Nacional” (EDN), entrenado por los iraníes de la Fuerza Quds. Esa misma función la tiene Hezbollah en Homs, donde capacita a los CP locales, extendiendo la influencia del gobierno en la estratégica zona central-occidental de Homs y sobre las aldeas mixtas en el valle del río Orontes –al Oeste de Qusayr- donde decenas de miles de residentes afirman la nacionalidad libanesa.

Es probable que Hezbollah amplíe sus operaciones militares en Siria, al continuar combatiendo a los rebeldes en ciudades claves junto al ejército sirio, después de la caída de Qusayr la ecuación es clara para el partido chiita: Siria está siendo sometida a la agresión occidental encabezada por Israel y esto significa que Hezbollah está realmente luchando Israel y que está listo para hacer esto en cualquier lugar en Siria. El gobierno de Siria y Hezbollah sostienen que la mayor parte de los rebeldes en Siria son grupos takfiri –musulmanes que acusan a otros musulmanes de apostatas o infieles- y este argumento sirve para explicar porque Hezbollah combate en Aleppo contra los rebeldes sunitas.

En caso que Al-Assad tenga que establecer su área de control en un Estado alawita –Alawistan- con capital en Damasco y conectado a la franja costera de las provincias de Homs, Tartus y Latakia, los CP organizados a nivel local serían una fuente de seguridad para ayudar a hacerle frente a la oposición armada. Las unidades populares también podrían proporcionar una base pan-sectaria político y militar al Estado alawita; y en el caso de un colapso total del gobierno sirio, tanto los CP como el EDN servirían para hostigara a los rebeldes sunitas dificultando su gobierno. Este último punto es un aspecto álgido ya que los grupos islámicos duros -Jabhat Al-Nusra, Frente Islámico de Liberación de Siria, Ahrar Al-Sham y las Brigadas Farouq- plantearán enormes desafíos a los necesarios procesos de transición, como la desmovilización, el desarme, el re-establecimiento del estado de Derecho y la reintegración de las comunidades militarizadas.

Lo más inquietante en la captura de Qusayr, es que fue esencialmente una operación de Hezbollah -desde la planificación, el despliegue de artillería y otros armamentos, a la lucha real- donde el grupo chiita capturó la ciudad y dejó que el ejército sirio entrara victorioso a la ciudad; la toma de Qusayr es una victoria táctica, pero no estratégica como muchos afirman. Es táctica, porque se cortaron las líneas de suministros rebeldes para las provincias del norte, complicando más su situación, y al mismo el régimen sirio se aseguró la conexión de Damasco con los territorios alawitas.

No es una victoria estratégica debido a las implicancias religiosas, derivadas de la participación de elementos chiitas de Líbano e Iraq. En este último país, la guerra de Siria ha vuelto a encender las tensiones entre chiitas y sunitas que han estado a fuego lento desde la invasión de EE.UU. en 2003; una insurgencia sunita ha comenzado a luchar contra el gobierno dominado por los chiitas y alentado por las protestas populares en el mundo árabe. El influyente jeque sunita, Youssef Al-Qaradawi llamó a todos aquellos que puedan llevar a cabo la yihad que vayan a Siria para luchar contra los alawitas y chiitas “que son peores que los cristianos y los judíos.”

Es poco probable que Qusayr sea un punto de inflexión decisivo, en una guerra estancada, ya que las fuerzas leales a Al-Assad aún deben recuperar grandes áreas del Norte y Este de Siria, y aunque los rebeldes están divididos y mal armados siguen presentando una tenaz oposición. Por otra parte, el presidente Al-Assad se ha vuelto dependiente de Hezbollah -Irán más la red nacional de milicias- que han copado gran parte del papel del ejército y le dieron al campo de batalla un tono más sectario; si bien los alawitas tienen los más altos rangos militares, Al-Assad ya no confía en su ejército de mayoría sunita.

La creciente participación de los yihadistas sunitas en el bando rebelde -Jabhat Al-Nusra, entre otros- coloca en la primera línea siglos de antigüedad entre sunitas y chiitas en Medio Oriente, donde Siria y posiblemente Líbano, son las áreas de contacto y conflicto entre estas dos sectas. Ello explicaría la reticencia de EE.UU. por asumir un papel activo en el conflicto: Siria es un imán para reclutas de Al-Qaeda y yihadistas desde Yemen a Arabia Saudita, con muchos muertos todos los días; segundo el conflicto disminuye de las reservas de Irán, Teherán está gastando en Siria unos u$s 600-700 por un mes; y finalmente la participación de Hezbollah es un bono, ya que se debilita militarmente y destruye gran parte de su credibilidad política, pulida por los años de resistencia contra Israel.


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