lunes, 3 de junio de 2013

Siria en el nuevo orden del Medio Oriente


Cuando EE.UU. invadió Irak en 2003, cambió el equilibrio global de poder y desestabilizó a todos los países de la región, de igual manera ahora está sucediendo lo mismo con el conflicto en Siria -salvo que el impacto de la guerra civil no será fácilmente contenido- debido a la multiplicidad de Estados y grupos con intereses en el desenlace. Existe la sensación que en el futuro de Estados enteros estarán, por primera vez desde que Gran Bretaña y Francia se repartieron los restos del Imperio Otomano después de la I GM, marcando el final del “Acuerdo Sykes-Picot"; algunos sectores tienen deseos en el colapso del viejo orden -en particular los kurdos que se quedaron sin un Estado- que ven una oportunidad para una mayor autonomía.

Este debería ser el gran momento de Turquía en la región: tiene un poderoso ejército, una economía próspera y un gobierno bien establecido; está aliado a Arabia Saudita y Qatar -en el apoyo a la oposición siria- y está en buenas relaciones con EE.UU. Pero tres años atrás, Ankara era capaz de hacer frente en paz con Siria, Irak e Irán, pero ahora tiene relaciones tóxicas con los tres: la participación en apoyo de los rebeldes no es popular en el país y el gobierno de Erdogan está claramente sorprendido de que el conflicto no haya terminado todavía y la larga frontera turco-siria es un espacio de confrontación. El reciente acuerdo entre el gobierno y los kurdos de Turquía podría caerse fácilmente y una larga guerra en Siria podría abrir divisiones en Turquía, al igual que lo está haciendo en otros lugares, como Líbano.

La guerra civil en Siria se está extendiendo y la novedad más importante es que no lo hace mediante retiradas o avances notorios –como sucedió en Libia- por lo que genera una cuota adicional de incertidumbre; Nouri Al-Maliki, Primer Ministro iraquí, dijo a principios de este año que ni la oposición ni el régimen pueden prevalece sobre el otro y vaticinó que si la oposición sale victoriosa habrá una guerra civil en Líbano, divisiones en Jordania y una guerra sectaria en Irak. Estos países tienen en común una profunda división entre sunitas y chiitas, un Estado débil, fronteras porosas y una proximidad a zonas sirias densamente pobladas de Siria. Este escenario regional se complejizó con la aparición de grupos islámicos militarmente, como Jabhat Al-Nusra, que tienen conexiones con Al-Qaeda y son combatientes altamente motivados.

Qatar, un pequeño Estado del Golfo en relación a Arabia Saudita, proporciona apoyo material a Hamas, la Hermandad Musulmana y, posiblemente, algunos de los grupos rebeldes jihadistas de Siria. Además de la financiación de Hamas y del apoyo a los islamistas de la región, Qatar también alberga el cuartel general de avanzada del Comando Central de EE.UU. -en la Base Al-Udeid- y adicionalmente, el gobierno de Qatar es propietario de la cadena de televisión Al-Jazeera, que le permite proyectar sus ideas anti-estadounidenses en todo el mundo árabe. Al mismo tiempo, no ve nada incongruente en el mantenimiento de los contactos abiertos con los israelíes, mientras financia una organización cuyo objetivo declarado, es matar israelíes.

Muchos mandatarios árabes creen que el liderazgo de Qatar está motivado por 3 intereses básicos: el primero que el emir de Qatar, el jeque Hamad bin Khalifa Al-Thani (jefe y primo del Primer Ministro), siente simpatía por los islamistas; el segundo es, que a pesar de esta simpatía, entiende que la mejor garantía para su gobierno es la presencia permanente de los militares estadounidenses en su territorio; y el tercero es que Qatar apoyará –por competitividad, rencor, celos- todo lo que Arabia Saudita, su se oponga. En una reunión con el emir Al-Thani el 23 de abril, se dijo que el presidente Obama habló en términos contundentes sobre el apoyo de Qatar a los yihadistas y le advirtió que el apoyo qatarí a grupos pro Al-Qaeda plantearía un desafío directo a los intereses de seguridad nacional de los EE.UU. El emir supuestamente había acordado con el presidente sobre la materia.

El temor de un desorden e inestabilidad generalizado a escala regional está presionando los EE.UU., pero también a Rusia, Irán y a otros actores con intereses en la región, de manera tal que los fuerza al dialogo para una solución diplomática al conflicto sirio. La conferencia de paz de Ginebra tiene por objetivo que detener los combates, pero un acuerdo real no va a satisfacer a todos, más cuando hay tantos actores con intereses en conflicto, por lo que una solución viable se aleja cada vez más de la realidad. El conflicto sirio está lleno de contradicciones insuperables y absurdas, por caso que la oposición siria -supuestamente democrática y laica- está financiada por las monarquías teocráticas-absolutistas del Golfo y que a su vez también apoyan a los grupos fundamentalistas o que Private Turkish Oil le vendió 7 cargas de diesel bajo en sulfuro al puerto de Banias, controlado por el Estado sirio.

En este contexto, hay muchas cosas que están más allá del poder militar de EE.UU., como la creación de democracias constitucionales por invasión, aunque alguien dirá que una intervención es detener el derramamiento de sangre y no la imposición de los valores occidentales.

Otros dirán que una intervención, que no impone valores occidentales carece de sentido, pero no se puede detener una guerra civil mediante la suma de otra facción a la guerra -a menos que la nueva facción tenga un poder abrumador-. EE.UU. tiene una gran cantidad de energía, pero no el poder abrumador, y el uso del poder abrumador significa abrumadoras bajas, además no se puede transformar la cultura política de un país desde el exterior, a menos que esté dispuesto a devastarlo como se hizo con Alemania y Japón; EE.UU y la UE no tienen la fuerza necesaria para terminar el derramamiento de sangre en Siria, por lo que una intervención dejaría a Occidente atrapado en una fantasía de política exterior ya que -en cierto sentido- el poder tiene que ver con la percepción, y no aprender de los errores socava el poder.

En ninguna parte en del acuerdo de Ginebra hay una demanda que obligue a Bashar Al-Assad a dimitir o incluso que lo excluya de tomar el poder de nuevo en el futuro. En la conferencia de prensa conjunta en Moscú con el Secretario de Estado, John Kerry, el ministro de RREE ruso, Sergei Lavrov, dio una cruda reevaluación de la insistencia del presidente Obama sobre de que Al-Assad deje la escena: "Es imposible para mí, como individuo, entender cómo Siria posiblemente podría regirse en el futuro por este hombre que ha cometido las cosas que sabemos que han tenido lugar. Pero yo no voy a decidirlo esta noche y no voy a decidir su final."


 

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