martes, 18 de junio de 2013

Victoria para Al-Assad en el G-8


Los altos funcionarios que participan de la reunión del G-8 lucharon hoy para redactar una declaración final sobre la guerra en Siria, aceptable tanto para Rusia -principal apoyo internacional del presidente Bashar Al-Assad– como para los países que quieren ver una rápida transición de poder en Damasco; las tensiones sobre cómo hacer frente a la ampliación del conflicto y a la creciente crisis humanitaria en Siria han dominado el encuentro de dos días en Irlanda del Norte. El anfitrión de la cumbre, el Primer Ministro inglés, David Cameron, había indicado que esperaba el encuentro diese una declaración conjunta como base para las negociaciones de Ginebra bajo los auspicios de EE.UU. y Rusia; las autoridades británicas esperan que Al-Assad sea persuadido a enviar un representante a estas conversaciones, allanando el camino para que renuncie el poder.

En la noche del lunes, los líderes mantuvieron conversaciones durante la cena para presionar a Rusia a superar sus profundas diferencias con los otros países industrializados y acordar a una serie de principios, que regirían la transición del poder en Siria; de hecho, antes de la cena, el presidente Barack Obama se reunió su par ruso para tratar de persuadirlo para que presione Al-Assad para negociar una transición. Los cinco principios discutidos durante la cena fueron: la prestación de asistencia humanitaria, la lucha contra los elementos extremistas; una declaración de inaceptabilidad del uso de armas químicas; los preparativos para la estabilización después de un cambio de gobierno; y el debate sobre la transición a una nueva autoridad ejecutiva en Siria.

Las profundas diferencias sobre la guerra civil siria ensombrecieron la Cumbre del G-8, donde el presidente ruso Putin rechazó los pedidos de EE.UU., Gran Bretaña y Francia para ponerle fin a su apoyo político y militar hacia el régimen sirio; pero también demostró que hay fisuras entre los tres Estados occidentales, a pesar de su creencia compartida que Al-Assad debe dejar el poder, Gran Bretaña y Francia no parecen dispuestos -al menos por ahora- a acompañar al presidente Barack Obama en su iniciativa de armar a los rebeldes sirios, paso que el presidente de EE.UU. concluyó a regañadientes la semana pasada.

Funcionarios estadounidenses señalaron que la decisión de Obama de enviarle armas y municiones a los rebeldes sirios, por primera vez, es un intento de aumentar su poderío militar con el fin de reforzar su capacidad de negociación política; sin embargo, los propios funcionarios remarcaron que no se espera que la ayuda incluya armamento de alta potencia solicitado por la oposición –como misiles antiaéreos- lo que plantea interrogantes sobre si la profundización de la participación de los EE.UU. va a ser eficaz en el cambio de la situación sobre el terreno. Las divisiones del presidente ruso con los líderes occidentales, sobre Siria, también fueron expuestas en sus reuniones por separado con el Primer Ministro británico, David Cameron, y el presidente francés, François Hollande. Ambos líderes europeos habían indicado previamente su voluntad de armar a los rebeldes sirios y presionaron con éxito para la Unión Europea para que levante un embargo de armas que impedía el flujo de armas.

Finalmente Putin accedió a firmar una declaración del G-8 donde se pide la creación de un "gobierno de transición" en Siria tan pronto como sea posible, poniendo más presión sobre su aliado el presidente Bashar Al-Assad; el texto de la declaración apunta a la creación de "un órgano de gobierno de transición con plenos poderes ejecutivos, formado por mutuo acuerdo" y Cameron adelantó que era "impensable" que este pudiese incluir Al-Assad. La frase “transición en el Estado” va más allá de lo acordado en Ginebra en junio de 2012, sin embargo, Cameron dijo que representa un progreso y que se acordó aquí.

El comunicado del G-8 no hizo mención de Al-Assad, a pesar que los líderes occidentales han dicho en el pasado dijo que el presidente sirio debe dimitir como parte de una resolución, Rusia había dicho que cualquier referencia a la suerte de Al-Assad en el documento no sería aceptable. Los líderes del G-8 también le pidieron a las autoridades sirias y la oposición a comprometerse a destruir todas las organizaciones rebeldes afiliadas a Al-Qaeda que operan en la guerra civil siria; EE.UU. y sus aliados quieren Al-Assad ceda el poder, mientras que Putin, cuya retórica se ha vuelto cada vez más anti-occidental desde que fue reelegido el año pasado, cree que sería desastroso ya que estos momentos que no existe un plan claro de transición.

Los líderes del G-8 han apoyado firmemente los llamados para una conferencia de paz en el conflicto de Siria "lo antes posible", y curiosamente también pidieron un acuerdo sobre que los servicios militares y de seguridad "deben ser preservados y restaurados en una futura puesta en marcha”, en un guiño hacia las FFAA y de seguridad sirias.

Surgió nueva evidencia de apoyo extranjero a los rebeldes desde una fuente del Golfo que sostiene que Arabia Saudita había equipado a los rebeldes -por primera vez- con misiles antiaéreos que limitarían las operaciones de la Fuerza Aérea siria; esos misiles han estado en el tope de los pedidos del Gral. Salim Idriss, jefe del Ejército Libre Sirio (ELS), por mucho tiempo pero Occidente no los provee por temor a que tales armas caigan en manos de terroristas y puedan ser usados para derribar aviones civiles. Los rebeldes también dijeron que Riyadh les había enviado misiles antitanque Konkurs –de fabricación rusa- en los últimos días.

Los misiles antitanque fueron obtenidos de proveedores en Francia y Bélgica -Francia habían pagado por el envío a la región- según una fuente del Golfo Pérsico. Desde los rebeldes en Aleppo se dijo que Arabia Saudita adicionalmente había suministrado a los rebeldes al menos 50 misiles antitanques y que las armas habían llegado a los grupos que luchan contra una columna del gobierno en la ciudad de Maaret Al-Arteek al norte de Aleppo, escenario de importantes combates en los últimos días.

El ex jefe de la Inteligencia de Arabia Saudita, Príncipe Muqrin, les dijo una vez a los diplomáticos estadounidenses que la llamada media luna chiita en Medio Oriente, se estaba "convirtiendo en una luna llena", como resultado de la propagación influencia iraní. Ese miedo saudita se reveló en un cable de la embajada de EE.UU. en 2009 publicado por WikiLeaks, sobre una reunión entre Hillary Clinton y su par saudita, Abdullah bin Zayed, donde éste le transmitió la preocupación saudita de un triángulo chiita en la región entre Irán, el gobierno de Maliki en Irak y Zardari en Pakistán.

Si el gobierno sirio gana, les demostrará a otros países árabes que Irán es capaz de proteger a sus aliados en la región, socavando las alianzas occidentales y la posición de sus aliados occidentales. Los cuatro hombres que ejecutan la política de Arabia Saudita -el Rey Abdullah y tres de sus sobrinos: el ministro de RREE, Príncipe Saud al-Faisal; el Jefe de Inteligencia, Príncipe Bandar bin Sultan y el Consejero Nacional de Seguridad, Príncipe Salman bin Sultan- quieren una mayor participación de EE.UU. Esta necesidad de un incremento en el involucramiento de Washington se debe también a que Riad no puede librar una campaña militar sostenida y a que no puede atacar un país árabe-musulmán, ya que como cuna del Islam, es ser percibido como custodio neutral de los lugares santos del Islam.

La decisión del presidente Obama de armar a los rebeldes sirios -después de resistirse por más de dos años- ha sido objeto de algunas críticas fulminante y lo cierto es que la provisión de "armas pequeñas" para los rebeldes es poco probable que consigan una diferencia notoria a su favor. Lo que hace que la decisión de Obama insatisfactoria, para ambas partes, es que incluso él parece reconocer esto. Obama no expresó su confianza en que iba a cambiar el resultado, pero en privado, expresó que esperaba ganar tiempo para lograr una solución negociada.

Si el objetivo de EE.UU. es ayudar a los rebeldes sirios a recuperar la ventaja militar y, por otra parte, la disminución de la capacidad del régimen sirio para matar, entonces los medios propuestos están muy por debajo de lo necesario. Casi todo el mundo parece estar de acuerdo en la falta de efectividad de este recurso -incluyendo al propio Obama- lo que sugiere que el presidente lo hizo porque tenía que "hacer algo." Después de todo, era vergonzosa la burla abierta de la "línea roja", pero Obama ha hecho algo que claramente no quería hacer precisamente porque las razones invocadas no inspiran confianza. Rara vez se ha anunciado un cambio de política importante con tan poca convicción.

Al-Assad no va a dimitir, menos ahora que el régimen sirio pasó a la ofensiva y se hacen sus avances más notorios de los últimos dos años, mientras que la oposición se fragmenta cada vez más y se niega a ser cómplice en la transformación de la reunión de Ginebra 2 en una ceremonia de entrega; el presidente Al-Assad podrá seguir haciendo avances tácticos, pero nunca volverá a ser capaz de legitimar su gobierno, ya que ganar las batallas no es ganar la guerra, y mucho menos derrotar a la gente en búsqueda de libertad. Nadie en su sano juicio podría imaginar que Al-Assad gobernará Siria de nuevo, independientemente de las victorias militares; mientras tanto, un mayor deterioro que conduce al sectarismo más profundo y al extremismo -y, finalmente, como toda guerra civil- conducirá al caos regional con derrames de violencia hacia países vecinos y otros países.


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