Burhan Ghalioun ha anunciado que dejará el cargo de presidente del Consejo Nacional Sirio (CNS), después de las crecientes críticas a su liderazgo; Ghalioun anunció su renuncia e hizo un llamamiento a la oposición siria para romper el ciclo de los conflictos y preservar la unidad. El martes pasado, Ghalioun fue reelegido al frente del CNS por el 66% de los votos, pero el reglamento de la agrupación requiere rotación del presidente cada tres meses; además activistas de la oposición ya había hablado de la "situación de deterioro en el CNS", cuando los Comités de Coordinación Local (CCL), una red de activistas sobre el terreno en Siria, amenazó el jueves con retirarse CNS alegando una "monopolización" del poder.
Ghalioun permanecerá en el cargo hasta que un nuevo candidato que sea elegido, ya sea por consenso o en nuevas elecciones, y luego seguirá trabajando como miembro del Consejo. Bassma Kodmani, una alta funcionaria del CNS con sede en París, dijo que las preocupaciones del CCL son "justificadas y legítimas", al tiempo reconoció que la reunión de Roma -durante la cual Ghalioun fue reelegido para un tercer mandato- se vio empañada por la ausencia de varios miembros y una pobre organización.
Un dato para destacar es que Ghalioun, un profesor musulmán sunita de la Sorbona de París, ha liderado al CNS desde su creación en septiembre de 2011 y ha sido criticado por algunas figuras de la oposición de estar demasiado cerca de los Hermanos Musulmanes y monopolizar el poder. En la pasada elección Ghalioun compitió contra George Sabra, un cristiano miembro del CNS y que es visto por muchos como la mejor opción para calmar las preocupaciones de las minorías religiosas dentro de Siria, algunos de los cuales se han mantenido leales al régimen de Al-Assad por temor a represalias de los sunitas si colapsos el actual gobierno.
Las manifestaciones contra Al-Assad han sido encabezadas por una mayoría de musulmanes sunitas, desde marzo de 2011 los sectores cristianos no han abandonado su apoyo a los grupos alawitas en el poder. Los cristianos han permanecido tranquilos mientras las fuerzas estatales golpeaban las ciudades y pueblos rebeldes con la artillería y tanques, esto se debe a que la mayoría de los cristianos sirios apoyan al régimen, no por simpatía hacia la familia Al-Assad, sino por temor el temor a que una guerra civil cobre venganza sobre ellos o termine en el peor escenario posible: un gobierno islámico hostil a las minorías religiosas.
Los musulmanes, alawitas y algunos grupos sunitas, dominan un país de 22 millones de personas, sin embargo a los cristianos se los puede encontrar en todos los niveles del gobierno, ámbitos de negocios y en la estructura militar; los 2 millones de cristianos sirios han sobrevivido generando enclaves de poder y pueden mantener sus tradiciones e iglesias sin que sean censurados o cuestionados por el gobierno de un país musulmán. Pero en estos días, muchas de las conversaciones giran en torno a "la crisis", y a las emisiones de la televisión saudita que muestran al jeque salafista sirio Arour Adnan, quien desde su exilio en Arabia Saudita llama a la yihad contra el régimen de Al-Assad y la muerte a aquellos que lo apoyan decididamente.
Hay varios elementos de la actual violencia en Siria que son nuevos, sumados las fuerzas de seguridad y los grupos de desertores y civiles armados, como lo son los ataques coordinados atribuidos a grupos extremistas; se presume que estos elementos están llegando desde los países de la región y tienen entrenamiento provisto por Al-Qaeda.
Un grupo islamista relativamente nuevo, Jabhat al-li Nusra Ahl Ash-Sham -Frente de Apoyo para el pueblo de Siria- se atribuyó la responsabilidad por las recientes explosiones en un mensaje de videos similares a los de al-Qaeda. Hasta ahora, todo lo que se sabe de Jabhat al-Nusra es que está dirigido por alguien que usa el alias “Abu Mohammad al-Golani” –en referencia a los Altos del Golán ocupados por Israel- pero no está claro si se compone de sirios o extranjeros, o ambos, ni si tiene un miembro importante o vínculos con otros grupos militantes reconocidos en la región como Jund Ash-Sham, Fatah Al-Islam y Al-Qaeda en Irak.
Jabhat al-Nusra parece estar consciente de la necesidad de tranquilizar a la minoría cristiana, por ejemplo en el vídeo donde se adjudican la explosión del 20 de marzo, el grupo aborda los cristianos: "Le decimos a los cristianos que no eran los blancos del ataque en el sitio de la Fuerza Aérea en su vecindario". Pero las señales al respecto son contradictorias, ya que se han visto a laicos convertirse en musulmanes piadosos dentro de unidades del Ejército Libre Sirio (ELS), muchos rebeldes han comenzado a llevar la distintiva barba estilo salafista (con bigote afeitado) o nombran a las unidades rebeldes con nombres de figuras históricas sunitas que lucharon contra los chiitas.
Las organizaciones extremistas que supuestamente entraron en la escena siria no beneficiarán a nadie, además del régimen, que ahora podrá utilizar esas acciones para justificar la continuación de las operaciones de represión y las violaciones al alto el fuego impuesto por el plan de Annan; incluso si el régimen no está detrás de estos grupos directamente como se señala desde la oposición, es responsable indirectamente por no asegurar las fronteras. Es sabido que durante los ataques terroristas en Irak, la infiltración de combatientes de los Al-Qaeda a suelo iraquí de todas partes del mundo, utilizaba la ruta de Damasco y los campos de entrenamiento se concentraban en la frontera sirio-iraquí, por ello no es concebible que el régimen sirio haya relajado la seguridad de las fronteras o las autoridades ignoren esa realidad cuando el régimen es conocido por el puño de hierro de su aparato de Inteligencia.
El principal problema de los grupos extremistas no está dado solamente por su capacidad de sembrar el caos, sino por el temor que despierta su ideología en los sectores cristianos que se sentirán más amenazados de lo que ya estaban con los manifestantes sunitas. La oposición política, tanto el CNS como el CCL, deberán iniciar una campaña que seduzca a los grupos cristianos para que comiencen a apoyar los pedidos de reformas políticas; pero esa alternativa es poco probable que se pueda producir en el presente contexto.
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