miércoles, 22 de junio de 2011



El presidente Bashar Al-Assad dirigió un discurso de 75 minutos frente a una audiencia en la Universidad de Damasco, donde se hizo eco de los temas que presentes en la realidad siria. Abrió con una larga discusión sobre las "conspiraciones extranjeras" en contra de Siria, y justificó el uso del Ejército contra los manifestantes como "la única opción que queda."

Ofreció poco en términos de reformas, prometiendo sólo una serie de comités y el "diálogo nacional" para abordar diversas cuestiones - la reforma política, la economía y la Constitución, entre otros. Su dirección de una hora de duración en el parlamento sirio a finales de marzo culpó de las protestas de conspiradores extranjeros, prometió reformas, pero ofreció pocos detalles. Dos semanas después, Assad habló con su recién nombrado gabinete y prometió poner fin a la ley de emergencia del país y hacer frente al desempleo.

Aunque sus palabras fueron similares a discursos anteriores, su lenguaje corporal era diferente. Atrás quedó el presidente jocoso que se apoyó en el podio y las bromas con el Parlamento; Al-Assad se mostró más vacilante, deteniéndose frecuentemente para toser o aclararse la garganta e inclusive parece haber perdido peso.

Reformas y violencia

El discurso, con un marcado tinte legalista y tecnocrático solo aportó soluciones basadas en la creación de comités y en los cambios sobre la burocracia dentro del gobierno, con la creación de agencias estatales pero no se anunciaron medidas concretas o reformas políticas. La alocución ignoró el contexto nacional sobre la demandas cívico-políticas de la sociedad y las manifestaciones sociales parecieran que van por carril, paralelo a las medidas oficiales.

Al-Assad ofreció una cantidad de reformas tecnocráticas: una nueva ley electoral, un compromiso para erradicar la corrupción, la reforma de los medios de comunicación, la reforma del gobierno municipal, y el lanzamiento de un diálogo nacional para la reforma que incluye a 100 personalidades. Fue el discurso de un tecnócrata, no un líder o un discurso político, y parecía incoherente e incluso débil. Su contenido era vago, y simplemente no se refirió a la grave crisis entre el pueblo sirio y su estado.

Por ello no debería causar sorpresa cuando el presidente se refirió a los "grupos armados" que produjeron en Jisr Al-Shughur la muerte a 120 miembros de las fuerzas de seguridad –tema ampliamente debatible- en un ataque perpetrado “por una minoría con una mentalidad medieval".

Tampoco sorprendió la defensa del uso de la fuerza –por parte de Al-Assad- que ha dejado miles de víctimas desde que se iniciaron los reclamos sociales en marzo; en particular el presidente sirio mencionó que estos grupos cuentan con armas y medios de comunicación muy avanzados y buscan descarrilar el proceso de reformas con graves repercusiones en la sociedad. Aunque Al-Assad ofreció sus condolencias a las familias que habían perdido a seres queridos durante los disturbios, no dijo nada acerca de castigar a los funcionarios o militares implicados en violaciones de los derechos humanos.

En pasajes del discurso, elípticamente Al-Assad hizo referencia a que dichas acciones respondían al accionar de la Hermandad Musulmana, señaló que "elementos destructivos" tienen "algunas demandas que no son de esta época sino de la época de la confrontación con la Hermandad Musulmana, el período negro. No debemos seguir viviendo en un período negro"; en una asociación con la violencia de Jisr Al-Shughur Al-Assad señaló que "Ellos se están propagando el caos en el nombre de la libertad" y que "el uso de la fuerza era la única opción, en algunos casos, las manifestaciones pacíficas fueron utilizados como cubierta donde infiltrados armados se ocultaban."

Economía

Al-Assad pasó poco tiempo discutiendo la economía, una de las mayores quejas en Siria. El país ha registrado tasas de crecimiento de 4 a 5 por ciento durante los últimos tres años, en gran parte gracias al petróleo y el aumento de las exportaciones de gas. Pero la corrupción y una economía fuertemente dirigida por el Estado han significado los beneficios de ese crecimiento no son ampliamente compartidos. Assad dijo que ordenó al gobierno para impulsar el empleo, y para reparar el daño causado por meses de protestas. También hizo hincapié en la necesidad de restaurar la confianza en la economía de Siria, advirtiendo que su "colapso" podría tener graves consecuencias. "Lo más peligroso que nos enfrentamos en la próxima etapa es la debilidad o el colapso de la economía siria, y una gran parte del problema es psicológico", dijo Assad. Sin embargo, no ofreció propuestas concretas para la reforma económica, a pedir a un diálogo nacional sobre la forma de la futura economía de Siria.

Corrupción

Sobre la corrupción -una vez más con la promesa de otro comité se ocuparía del tema- Al-Assad no mencionó a su primo multimillonario y el empresario más rico del país, Rami Makhlouf; pero señaló que la corrupción ha dejado un gran dolor y que eso es suficiente para socavar a cualquier país, como resultado del favoritismo y el nepotismo.

Resulta evidente que con este discurso el presidente sirio busca negociar por todos los medios la continuidad de su gobierno y para ello se apoya en una serie de medidas políticas superficiales. Este tipo de acciones le permiten ganar tiempo, pero no pueden ser sostenidas en el tiempo no pueden asegurar una estabilidad por si mismas.

La respuesta de la sociedad fue una copia de los tres discursos anteriores con la continuación de las marchas y los reclamos de mayores libertades civiles; la respuesta del régimen también fue la misma: uso de la fuerza contra los manifestantes.

El régimen sirio parece estar en medio de un laberinto del cual no puede salir -porque no quiere aceptar la salida o no desea asumir los costos de las reformas- pero sin lugar a dudas los discursos tecnócratas no son la solución a los reclamos sociales y el uso de la fuerza no podrá utilizarse de manera indefinida para asegurar la estabilidad del gobierno.

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