martes, 10 de enero de 2012

Al-Assad: mano de hierro para el terrorismo en Siria




El Presidente Bashar Al-Assad pronunció hoy, antes del mediodía, un discurso en el Paraninfo de la Universidad de Damasco donde se refirió a los asuntos internos de Siria, así como la evolución de las condiciones locales y regionales; en el mismo Al-Assad reiteró su determinación de continuar con el proceso de reformas en curso y citó algunas de las medidas y las medidas adoptadas en este sentido tales como la abrogación de la ley de emergencia, la autorización para los partidos, las elecciones locales de administración , el derecho de información, la ley electoral y la ley en discusión contra la corrupción.

Sobre la nueva Constitución, Al-Assad señaló que pronto estará en marcha un referéndum popular e indicó algunos aspectos de la Constitución que incluirán pluralismo de los partidos y al pueblo como fuente de poder a través de las elecciones.

El líder sirio indicó que la segunda prioridad para los sirios es el restablecimiento de la seguridad y la lucha contra el terrorismo; nuevamente el presidente Al-Assad, culpó a conspiradores extranjeros de los 10 meses de protestas contra su régimen y se comprometió a aplastar al "terrorismo con mano de hierro”. Al-Assad dijo que los disturbios -que según Naciones Unidas han costado más de 5.000 vidas- sólo llegarían a su fin cuando el flujo de fondos y armas procedentes del extranjero se detenga.

Al-Assad rechazó las acusaciones de la oposición sobre que su régimen era una dictadura: "Yo gobierno con la voluntad de la gente. Si me dan el poder, lo voy a hacer con la voluntad de la gente. La mayor parte del pueblo sirio quiere la reforma y no salir a violar las leyes."

En los poco más de 90 minutos que duró el discurso, Al-Assad cargó contra los países árabes que han llevado adelante la iniciativa diplomática para tratar de frenar la violencia en Siria, al decir que su país era indispensable para la Liga Árabe y desafió a la Liga Árabe a funcionar sin Siria a la que el presidente describió como "el latido del corazón” del mundo árabe. Aunque dijo que Siria no cierra las puertas a la iniciativa árabe, siempre y cuando no violen la soberanía de Siria, Al-Assad hizo comentarios mordaces sobre la Liga Árabe al señalar que la Liga ha fallado durante seis décadas para tomar una posición en el interés árabe.

Dos aspectos curiosos del discurso: el primero Al-Assad saludó el ejército -con grandes aplausos- por su ayuda para restablecer la seguridad en las ciudades asediadas por lo que desde el régimen se identificaron como grupos terroristas; semanas atrás se había desentendido de las matanzas y de las acciones contra civiles. El segundo aspecto, en la primera fila del auditorio estaban sentados una mujer con velo, una mujer sin velo, un hombre con un traje y un hombre vestido tribal, algo que pareció representar un intento por abarcar la diversidad del tejido étnico y social sirio en un intento por reflejar el amplio apoyo popular del presidente.

Burhan Ghalioun, jefe del opositor Consejo Nacional de Siria (CNS), consideró al discurso de Al-Assad como peligroso porque insistió sobre el uso de la violencia contra el pueblo y considera a la revolución como una conspiración terrorista y así se socava cualquier iniciativa árabe o no árabe-para encontrar una solución política a la crisis.

La Liga Árabe informó que 11 de sus observadores sufrieron heridas menores luego de un ataque por parte de elementos pro-régimen en Latakia, en un video publicado por activistas de la oposición se observa a una gran multitud alrededor de varios vehículos blanco; mientras se coreaban consignas y se agitaban banderas sirias con fotografías de Al-Assad se subieron al techo de al menos uno de los vehículos y rompieron sus ventanillas. La Liga Árabe condenó rápidamente el ataque y le pidió al gobierno sirio que proteja a sus observadores en el terreno, en lo que se transformó en el primer caso documentado de violencia.

En un pasaje de su discurso, Al-Assad trató de establecer paralelismos entre los atentados en Damasco y la revuelta en Siria a finales de 1970 y principios de 1980, que amenazó la permanencia en el poder de su padre, Hafez Al-Assad, quien gobernó durante tres décadas luego de una dura represión. Aquí parece estar la clave del pensamiento de Bashar Al-Assad: la sensación -por un lado- de un conflicto interno que busca la caída y que puede ser resuelto mediante el uso de la fuerza como lo hizo su padre en 1982; pero ahora la situación en Siria se ha desbordado encaminándose hacia una guerra civil religiosa y sectaria.

De hecho Recep Tayyip Erdogan, Primer Ministro turco, esta semana expresó su preocupación -compartida por toda la región y occidente- que si Al-Assad continua con la violencia sin control, la misión de la Liga Árabe pueden resultar desacreditada y retirada del terreno, lo que lleva a dirigir la acción del Consejo de la ONU y a una posible intervención al estilo de Libia.

Con las promesas incompletas de reformas, Al-Assad ha ido reduciendo primero la confianza de los principales países occidentales -incluyendo a EE.UU. y UE- luego a los países socios como Turquía y ahora es el turno de los Estados árabes que no se sienten cómodos con las acciones sirias; solo le resta al régimen de Al-Assad explorar el límite de la tolerancia de Rusia y China para determinar su suerte en Naciones Unidas.

La pregunta que surge es sobre qué salida va a elegir el régimen para Siria. Por un lado está el modelo libio donde Gadafi trató de resistir el mayor tiempo posible en el poder y cayó una vez que Naciones Unidas sancionó la resolución que permitió las operaciones aéreas de la OTAN. En la vereda del frente está el modelo egipcio, donde el propio régimen sacrifica al líder propiciando su caída y posterior enjuiciamiento, ello produjo la sensación que la revolución triunfó pero en realidad las estructuras del poder siguen en las mismas manos –por caso las FFAA- y así el régimen sobrevive.

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