martes, 24 de enero de 2012

La rusodependencia del gobierno de Siria


Georges Sabra, líder cristiano del opositor Partido Democrático Popular de Liberación, salió de Siria hacia Francia, con el objetivo de que su partido colabore con el Consejo Nacional Sirio (CNS) -el grupo más importante de la oposición- y así trabajar en equipo. Sabra señaló que Burhan Ghalioun, líder del CNS y profesor de sociología en la universidad de París, es perfecto pero él es un académico no un político y no está acostumbrado a trabajar con los demás por lo que se debe renovar la manera en que se toman las decisiones y resolver los problemas.


El partido de Sabra se sumó a la Declaración de 2005 de Damasco por el Cambio Democrático Nacional, un movimiento de oposición que pedía reformas; luego de pasar años en prisión bajo el presidente Hafez Al-Assad, Sabra fue detenido en julio y liberado en setiembre cuando pasó a la clandestinidad. Su salida de Siria fue por Jordania y estuvo ayudado por la embajada de Francia, ya que el régimen sirio no le ha dado documentos desde 1979.

La situación interna en el país no ha mejorado desde que la Liga Árabe anunció el plan de transición y llamó a un gobierno de unidad, la oposición se encuentra dividida entre los sectores que consideran viable la opción y aquellos que solo ven una alternativa más para que el régimen sirio siga ganando tiempo en su intento de disolver las manifestaciones y retomar el control del país. Por ello, los grupos de activistas dentro de Siria rechazaron el plan árabe argumentado que lo propuesto no está ni siquiera cerca de lo que los activistas están demandando en Siria–según un comunicado de la Unión de Coordinadores de la Revolución Siria- y que se iba a continuar hasta lograr la caída del régimen, con la ayuda del Ejército Libre Sirio (ELS).

El plan de la Liga Árabe, para que el presidente Al-Assad deje el poder, fue rechazado por los grupos de la oposición por que ahora tienen una posición de poder diferente y el régimen está siendo acosado en varios flancos a la vez; las fuerzas de seguridad ya no pueden controlar el territorio con la misma efectividad que lo hacían al comienzo de las manifestaciones en marzo y ello se ve reflejado en las dificultades para doblegar ciertos bastiones rebeldes.

Homs, una ciudad de mayoría sunita con más de un millón de habitantes, donde también reside una gran minoría de la comunidad alawita a la que pertenece el presidente Al-Assad, ha registrado algunas de las mayores matanzas de las revueltas incluidas matanzas sectarias. En Homs, los soldados están atrincherados detrás de barreras de arena en las esquinas, la mayoría de las tiendas están cerradas y los residentes están nerviosos; pero ahora son los rebeldes los que controlan la ciudad, un ejemplo de la creciente violencia son los datos suministrados por el director del hospital local, Brig. Gral. Alí Assi, quien señaló que 859 miembros de los servicios de seguridad habían muerto en Homs desde el inicio del levantamiento en marzo y el promedio era de cuatro a cinco asesinados por día, pero en las últimas tres semanas el promedio diario ha subido de 10 a 12.

Desde el poder central, el régimen no ha modificado su posición respecto de recuperar el control de la situación, mediante el uso de la fuerza. Walid Al-Moallem -Ministro de Relaciones Exteriores de Siria- respondiendo a una pregunta de acerca de cuál es la solución para la crisis de Siria y si el régimen sirio iba a luchar hasta el fin o qué, Al-Moallem declaró que "la solución no es en absoluto la iniciativa de la Liga, que ya habían rechazado, sino que es el sirio y se basa en las necesidades de los sirios. En primer lugar, de acuerdo con el presidente Bashar Al-Assad, los planes de reforma y en segundo lugar, un diálogo nacional que también había sido anunciado por el presidente Al-Assad, y que debería aplicarse en breve. En tercer lugar, para hacer frente a grupos terroristas armados”.

Ninguna de las opciones mencionadas por Al-Moallem contemplan un gobierno de unidad, el cese las operaciones ni mucho menos la salida del poder del presidente Al-Assad. La piedra angular del régimen sirio es Rusia y por ello el ministro Al-Moallem confía que Moscú no va a apoyar la injerencia extranjera en los asuntos internos de Siria y esa es la línea roja que no debería cruzarse.

Pero la presión internacional contra Damasco va en aumento. Los 6 Estados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) han decidido sumarse a la decisión del Arabia Saudita de retirar a sus monitores de la misión de la Liga Árabe de Siria, frente a la negativa del presidente sirio a dimitir y ponerle fin a la ofensiva contra los manifestantes; esta posición supone un duro golpe para la credibilidad de la misión pero principalmente para la Liga Árabe que pierde la representación de seis de sus principales miembros en las misiones de observación y abre el camino para que otros Estados árabes se sumen a la iniciativa.

Rusia es el escudo que protege al régimen sirio de los intentos exteriores de derrocarlos y modera la presión de los grupos opositores sobre las reformas políticas; durante la crisis libia el error de los líderes rusos no fue tomar partido por Gadafi, sino no haberlo apoyado lo suficiente y esperar que éste sobreviviera por sus propios medios.

A principios de este mes, el portaaviones ruso Alte. Kuznetsov atracó en el puerto sirio de Tartus, la única base naval fuera de Rusia, en una señal del compromiso ruso para con Damasco; tan pronto como zarpó la flota de la marina rusa arribó un buque de carga ruso proveniente de Chipre con un cargamento de municiones, burlando las sanciones de la UE sobre Siria. Esta semana, mientras que la Liga Árabe le solicitaba a Al-Assad que entregase el poder a un gobierno de unidad nacional, Moscú anunciaba la venta de 36 aviones de combate -por u$s 550 millones- para la aviación militar siria. Rusia parece que no quiere repetir con Al-Assad lo sucedido con Gadafi, cuando se abstuvo de votar la resolución del Consejo de Seguridad que impuso una zona de exclusión aérea y así facilitó la caída de Gadafi.

El resultado de la experiencia libia fue un fiasco comercial y diplomático ruso, con el nuevo gobierno libio prometiendo castigar a las empresas de Rusia y China por el apoyo de su gobierno al depuesto régimen y viendo como Occidente ampliaba su esfera de influencia en el Mediterráneo. Ahora Rusia difícilmente desee una proliferación de revoluciones árabes con resultados inciertos que afecten sus intereses o debiliten sus aéreas de influencia; Hafez Al-Assad era aliado de los soviéticos y Bashar Al-Assad es aliado de los rusos, pero los nuevos gobiernos en el Medio Oriente ya no dependerán de Moscú, por lo que será imperioso para Rusia sostener a los históricos.

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