jueves, 19 de julio de 2012

¿Hay tiempo para una salida política?


La televisión siria el jueves hoy mostró un video del presidente Bashar Al-Assad -las primeras imágenes desde el ataque de ayer- donde se lo observa junto al recién nombrado Ministro de Defensa, Gral. Fahd Jassem Al-Freij, supuestamente tomándole juramento para el cargo; este video se dio a conocer en medio de crecientes especulaciones sobre el paradero de Al-Assad, mientras que algunos informes sugerían que podría haber dejado la capital.

Aunque Al-Assad no ha aparecido a menudo en la televisión o en eventos públicos a lo largo de sus 12 años de mandato, durante los 17 meses de la actual crisis hizo apariciones en los momentos claves y era raro que un líder con su perfil no hiciese una declaración pública sobre lo sucedido en Damasco. De hecho, se desconoce donde fue filmada la jura del Gral. Al-Fahd, y durante la misma el presidente Al-Assad solo le deseo buena suerte y finalizó la ceremonia.

En el Consejo de Seguridad, 11 países votaron a favor de la resolución impulsada por los Estados occidentales y 2 se abstuvieron -Sudáfrica y Pakistán- mientras que Rusia y China aplicaron el derecho a veto por su carácter de miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Ya se sabía la posición de Rusia, que no había hecho ningún esfuerzo por mantener en secreto su oposición a la propuesta de Annan; el propio Ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, dijo ayer que "Al-Assad se irá por su cuenta" y subrayó que la resolución en cuestión tiene "apoyo directo" a los rebeldes.

Esta es la tercera vez que Rusia y China han vetado las resoluciones que tenían como objetivo presionar al gobierno sirio para que deje el poder, este último fracaso en la diplomacia ha puesto una vez más sobre la mesa la creciente hipótesis que el destino de Siria sería decidido por los enfrentamientos en las calles de Damasco y no por las resoluciones del Consejo de Seguridad de ONU. La resolución redactada por Gran Bretaña -apoyada por los EE.UU., Francia y Alemania- le daba al gobierno de Al-Assad 10 días para retirar las tropas y armas pesadas de las zonas pobladas o enfrentaría sanciones bajo el Capítulo 7 de la Carta de ONU.

Aunque no se especificaba en el proyecto de resolución, las amenazas de posibles sanciones –diplomáticas, económicas, intervención militar, etc.- contra Siria no habían sido toleradas por Rusia en el pasado, por lo que era de esperarse que Moscú vetase el proyecto; de aprobarse una resolución de este tenor, se repetiría un esquema similar al que posibilitó la intervención de la OTAN en Libia que terminó con el régimen de Gadafi.

El embajador ruso ante ONU, Vitaly Churkin, dijo “Simplemente no podemos aceptar un documento en virtud del Capítulo 7, una que abriría el camino para la presión de las sanciones y a la participación militar externa en los asuntos internos de Siria"; Rusia ha ofrecido su propia resolución para presionar a Al-Assad para que ponga en práctica el plan de paz, pero sin amenazas coercitivas, algo que hace obsoleta a una posible resolución teniendo en cuenta el historial de incumplimiento del régimen sirio. Posteriormente, Rusia retiró su proyecto de resolución de la votación, ya que carecía de los nueve votos a favor en el Consejo de Seguridad para obtener la aprobación.

El mandato de la misión de observadores (UNSMIN) está a punto de expirará el viernes, a menos que el Consejo de Seguridad vote antes para ampliarla; el proyecto de resolución vetado hoy incluía una prórroga de 45 días, sin embargo, el Consejo podría autorizar una extensión más corta en una votación por separado. Rusia y China impulsaban un plazo de 90 días de extensión en el mandato de la UNSMIN, pero existe un ánimo de pesimismo aun dentro del equipo de la ONU que había "hecho todo lo posible, bajo circunstancias muy difíciles", según diplomáticos en ONU.

Los líderes regionales parecían igualmente pesimistas. Ayer, en una entrevista de CNN, el Rey Abdullah de Jordania dijo que un acuerdo entre los rebeldes y el gobierno parecía poco probable ya que "La realidad sobre el terreno nos han superado, creo que el reloj no se detiene y estamos en el punto en el que la opción política llega demasiado tarde”.

Los rebeldes sirios se enfrentaron con las fuerzas de seguridad en Damasco por quinto día consecutivo, mientras que en la mayor parte de las calles de la ciudad estaban desiertas y las casas y negocios permanecía cerrados por miedo a las represalias posteriores a las muertes de los funcionarios de Al-Assad. Los residentes dijeron que no hubo tregua en los combates, aunque no habían rastros de los rebeldes; los residentes señalaron que un duro ataque de las fuerzas estatales incluyó bombardeos y disparos desde helicópteros durante la noche y continuó hoy al tiempo que se reportaron explosiones en los distritos del noreste y sur de la capital siria.

Rusia considera a Siria como el amigo perfecto, aunque algunos señalen a la gran deuda militar de Damasco con Moscú, como un condicionante de la misma; sin embargo, ambos países defienden sus intereses al comprometerse lo menos posible con Occidente y difícilmente permitirán una cuña política que impulse una democracia en el país árabe.

Desde que Anwar Sadat –ex presidente de Egipto- expulsó a los asesores militares soviéticos, Rusia no pudo compensar esta debilidad derrota en la región, en parte porque el Irak de Hussein era demasiado imprevisible y los ayatolás de Irán se volvieron incontrolables; Siria, en cambio es altamente predecible y perfectamente controlable. Los sirios sabían que no podían contar con muchos aliados regionales, más allá de Irán, por lo que Rusia suplió ese vacío estratégico dotando al país de una capacidad militar y nuclear que lo volvió “ruso-dependiente”.

Las élites rusas y sirias, desde mediados de la década del ´50, han mantenido profundos lazos entre sus ejércitos y de las comunidades de Inteligencia; este carácter hereditario de las relaciones se ha mantenido frente a los cambios internos y externos de cada Estado, por lo que un cambio de este patrón es poco probable.

Hay otro factor que impulsa la conducta de Rusia: el deseo de Moscú de impedir la realización de las ganancias del oeste de la crisis con Siria. La impopularidad del régimen sirio es secundario en la evaluación rusa de la situación: por encima de todo, no quiere ver que la crisis de Siria termine como la de Libia. A los ojos de Moscú, Occidente utilizó la Resolución 1973 sobre Libia para deshacerse de un régimen impopular, y su éxito no fue bien recibido; los rusos consideran que la ayuda a las personas que luchan contra los líderes opresivos es una fachada para ocultar segundas intenciones políticas o comerciales.

Moscú impulsa un sistema internacional basado en la soberanía de los Estados. A medida que Rusia se niegue a una intervención y Occidente comienza a quedarse sin alternativas, los líderes rusos se verán cada vez más tentados a justificar su identidad política en la oposición hacia Occidente; en ese contexto, los disturbios en Siria -incluso si terminan en una guerra civil y en caída de Al-Assad- sería preferible a una transición política ordenada que finalmente acabaría con el régimen a la larga.


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