Un día después de conocerse el paquete de medidas anunciadas por el régimen sirio, las protestas estallaron en Alepo -la ciudad más grande de Siria-, luego de las advertencias del gobierno contra las reuniones públicas y conocida la noticia que las fuerzas de seguridad habían arrestado a Mahmoud Issa -importante activista político- en su casa de Homs, otro punto de inflamación de descontento popular.
Issa ya había sido encarcelado desde 1992 hasta 2000 por pertenecer al Partido Comunista del Trabajo y luego de 2006 hasta 2009 por haber encabezado la firma de la Declaración de Damasco-Beirut, una petición firmada por casi 300 intelectuales sirios y libaneses en pro de la normalización de las relaciones entre ambos países.
Subsiste una sensación de impunidad sobre como el gobierno está manejando la situación que es percibida desde la sociedad y puede generar un foco mayor de tensión; de allí que el levantamiento de la ley de emergencia podría envalentonar a los manifestantes el viernes. El factor gravitante en este proceso es que la sociedad ha perdido el miedo, es por ello que los movimientos disidentes ya no consideran como posible una solución alternativa -como la planteada desde el régimen- y por ello eleven las demandas; es por ello que los tiempos para una reconciliación se estén reduciendo rápidamente.
El jefe de la policía de seguridad en Baniyas ha sido destituido de su cargo, según declaró el Observatorio Sirio de Derechos Humanos y calificó al hecho como un paso positivo que podrá ser seguido a través de los miembros responsables del aparato de seguridad, que se han quedado corto en su deber de guardián de la seguridad y protección de los ciudadanos.
Algunos sectores sostienen Assad podría haber esperado demasiado tiempo para apaciguar al pueblo. Si este proceso de derogación se hubiese realizado solo un mes atrás, el régimen habría comprado más tiempo y el apoyo de sectores que hoy están en duda; sin lugar a dudas que la reforma en cuenta gotas y el uso de la fuerza –excesivo en algunos casos- no han contribuido a esa intención de paz social.
Por el lado de EE.UU., con este escenario en frente, la administración Obama debería asumir dos puntos básicos. Uno, Assad no está demostrando ser un reformador sino más bien está ganando tiempo y las modificaciones no son de fondo, sino un intento de mantener la estabilidad del régimen. Assad ha hecho algunas concesiones, como resultado de las protestas, pero el hecho de que la violencia continúe aun después de los anuncios, sugiere que las ofertas del régimen van por un lado y las demandas de reformas por otro lado.
Dos, EE.UU. hoy tiene poco interés en retener Assad su control del poder en Siria; la idea del presidente Obama de distanciar distancia a Siria de sus vínculos con Irán y Hezbollah a partir de un apoyo y el envío de un embajador, han fracasado. Además, si ese es el objetivo final de la política norteamericana -debilitar a Irán y Hezbollah- tal vez este escenario no sea del todo malo para operar ese cambio.
Sin lugar a dudas se ha acelerado el ritmo de la reforma en los últimos días. El hecho de que un Gabinete impopular fuese despedido, gobernadores impopulares fueron despedidos, se haya instalado el tema de los salarios, se considere la situación de los kurdos –considerados apátridas- no resultan un avance menor. Aunque el gobierno podrá argumentar que los levantamientos son dirigidos desde el extranjero en conjunción con militantes islamistas, los manifestantes han cobrado un impulso y fortaleza contundente. La situación de los manifestantes es simple: no pueden seguir adelante pero tampoco pueden ir hacia atrás. La pregunta entonces que subyace es ¿Será esto suficiente para satisfacer a los manifestantes?
Issa ya había sido encarcelado desde 1992 hasta 2000 por pertenecer al Partido Comunista del Trabajo y luego de 2006 hasta 2009 por haber encabezado la firma de la Declaración de Damasco-Beirut, una petición firmada por casi 300 intelectuales sirios y libaneses en pro de la normalización de las relaciones entre ambos países.
Subsiste una sensación de impunidad sobre como el gobierno está manejando la situación que es percibida desde la sociedad y puede generar un foco mayor de tensión; de allí que el levantamiento de la ley de emergencia podría envalentonar a los manifestantes el viernes. El factor gravitante en este proceso es que la sociedad ha perdido el miedo, es por ello que los movimientos disidentes ya no consideran como posible una solución alternativa -como la planteada desde el régimen- y por ello eleven las demandas; es por ello que los tiempos para una reconciliación se estén reduciendo rápidamente.
El jefe de la policía de seguridad en Baniyas ha sido destituido de su cargo, según declaró el Observatorio Sirio de Derechos Humanos y calificó al hecho como un paso positivo que podrá ser seguido a través de los miembros responsables del aparato de seguridad, que se han quedado corto en su deber de guardián de la seguridad y protección de los ciudadanos.
Algunos sectores sostienen Assad podría haber esperado demasiado tiempo para apaciguar al pueblo. Si este proceso de derogación se hubiese realizado solo un mes atrás, el régimen habría comprado más tiempo y el apoyo de sectores que hoy están en duda; sin lugar a dudas que la reforma en cuenta gotas y el uso de la fuerza –excesivo en algunos casos- no han contribuido a esa intención de paz social.
Por el lado de EE.UU., con este escenario en frente, la administración Obama debería asumir dos puntos básicos. Uno, Assad no está demostrando ser un reformador sino más bien está ganando tiempo y las modificaciones no son de fondo, sino un intento de mantener la estabilidad del régimen. Assad ha hecho algunas concesiones, como resultado de las protestas, pero el hecho de que la violencia continúe aun después de los anuncios, sugiere que las ofertas del régimen van por un lado y las demandas de reformas por otro lado.
Dos, EE.UU. hoy tiene poco interés en retener Assad su control del poder en Siria; la idea del presidente Obama de distanciar distancia a Siria de sus vínculos con Irán y Hezbollah a partir de un apoyo y el envío de un embajador, han fracasado. Además, si ese es el objetivo final de la política norteamericana -debilitar a Irán y Hezbollah- tal vez este escenario no sea del todo malo para operar ese cambio.
Sin lugar a dudas se ha acelerado el ritmo de la reforma en los últimos días. El hecho de que un Gabinete impopular fuese despedido, gobernadores impopulares fueron despedidos, se haya instalado el tema de los salarios, se considere la situación de los kurdos –considerados apátridas- no resultan un avance menor. Aunque el gobierno podrá argumentar que los levantamientos son dirigidos desde el extranjero en conjunción con militantes islamistas, los manifestantes han cobrado un impulso y fortaleza contundente. La situación de los manifestantes es simple: no pueden seguir adelante pero tampoco pueden ir hacia atrás. La pregunta entonces que subyace es ¿Será esto suficiente para satisfacer a los manifestantes?
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