Fuerzas de seguridad y hombres armados leales al régimen sirio desataron una feroz represión sobre los manifestantes, siendo la primera vez que las protestas se produjeron de manera simultánea en varias ciudades. Se estima que debido a las municiones y al gas lacrimógeno la cifra de muertos asciende a 70; un funcionario de Sawasiah - una ONG fundada por Mohannad al-Hassani, abogado de DDHH- señaló que las bajas de civiles se produjeron el distrito de Damasco, de Barzeh, los suburbios Zamalka, Harasta, Douma, Muadamiya, Qaboun y Hayar al Asswad, como así como en las ciudades de Hama, Homs, Latakia y en la ciudad sureña de Izra'a.
Miles de manifestantes, se reunieron a lo largo del país en lo que se dio a llamar el “Gran Viernes”, un día después del levantamiento del Estado de Emergencia que estuvo vigente por casi cincuenta años. Primera vez desde que las protestas comenzaron, los activistas organizaddores de las marchas, realizaron una declaración conjunta donde se exige el establecimiento de un sistema político democrático.
Aunque el gobierno ha realizado una serie de concesiones a los manifestantes y el presidente Assad estaba propiciando un programa de reformas, el alcance de las mismas así como su efectividad fue puesto en duda por los manifestantes. Concesiones como la abolición del Supremo Tribunal de Seguridad del Estado, permitir las protestas pacíficas –con autorización del Ministerio del Interior- conviven con otras leyes que le otorgan al gobierno la potestad de detener a activistas y reprimir la disidencia; de allí que el presidente Assad dijo la semana pasada que no habría más "excusas" para las manifestaciones una vez que el estado de excepción hubiera sido levantado.
Sin lugar a dudas, esas declaraciones del líder sirio han marcado una línea sobre la tolerancia y cuanto estaría dispuesto el régimen a ceder, al menos en esta etapa. Junto a las reformas legales, el gobierno sirio ha tenido gestos políticos como haber destituido a los gobernadores de Baniyas y Daraa, nombrar un nuevo parlamento, designar un remozado gabinete y prometió una ley de partidos políticos.
Dentro del sistema de toma de decisiones del Partido Ba´ath, todo parece indicar que no hay más ninguna razón para negociar o ceder frente a las demandas de los manifestantes, en especial luego de la derogación del Estado de Emergencia; el cambio de enfoque retórico de esta semana es un signo de ello, cuando se llamó a la insurrección en curso una rebelión armada.
Históricamente el gobierno en Siria no ha tenido mucha tolerancia con las rebeliones y los levantamientos armados, es por ello que esta nueva calificación de los hechos de esta semana es una suerte de preparación sobre la dirección que el régimen sirio podría tomar, en el corto plazo, y es una advertencia para la sociedad siria sobre la posibilidad de una guerra civil.
Desde la otra vereda, la oposición no ha logrado convertirse en una opción que sea percibida por la sociedad como una alternativa válida frente a régimen o al caos. Entre los factores que conspiran, se encuentra la falta de una dirección unificada con un liderazgo que tenga una visión sobre como las manifestaciones van a lograr sus objetivos sin pasar por un derrumbe de las instituciones de gobierno o una guerra civil. Otro factor que no ayuda a la oposición como opción es la edad de los organizadores, entre 20 y 30 años.
Hoy se ha marcado un punto de inflexión dentro del escenario político sirio. Los organizadores de las marchas, con su llamado al “Gran Viernes” han demostrado su capacidad de convocatoria, ya no solo en un lugar sino en varios simultáneamente además de haber aumentado el número de seguidores. Por otro lado ahora están decididos a derrocar al régimen y entienden que este es su momento, por lo que también se ha cambiado el eje que los reclamos habían tenido hasta el momento.
El régimen, por su parte, ha demostrado hoy que derogada la ley de emergencia -y con el proceso de reformas en marcha- no va a aceptar más reclamos violentos y tomará la iniciativa para mantener el control de la calle.
La duda que genera que este nuevo escenario radica en si la oposición podrá sostener su impulso, frente al inicio de una campaña más dura por parte del gobierno para mantenerse en el poder, para intentar el derrocamiento del régimen que los supera abrumadoramente con las fuerzas de seguridad.
El pueblo sirio tendrá que decidir si pueden soportar el autoritarismo y depositarán la confianza en que el régimen podrá modernizarse o pondrán toda su fe en la revolución.
Aunque el gobierno ha realizado una serie de concesiones a los manifestantes y el presidente Assad estaba propiciando un programa de reformas, el alcance de las mismas así como su efectividad fue puesto en duda por los manifestantes. Concesiones como la abolición del Supremo Tribunal de Seguridad del Estado, permitir las protestas pacíficas –con autorización del Ministerio del Interior- conviven con otras leyes que le otorgan al gobierno la potestad de detener a activistas y reprimir la disidencia; de allí que el presidente Assad dijo la semana pasada que no habría más "excusas" para las manifestaciones una vez que el estado de excepción hubiera sido levantado.
Sin lugar a dudas, esas declaraciones del líder sirio han marcado una línea sobre la tolerancia y cuanto estaría dispuesto el régimen a ceder, al menos en esta etapa. Junto a las reformas legales, el gobierno sirio ha tenido gestos políticos como haber destituido a los gobernadores de Baniyas y Daraa, nombrar un nuevo parlamento, designar un remozado gabinete y prometió una ley de partidos políticos.
Dentro del sistema de toma de decisiones del Partido Ba´ath, todo parece indicar que no hay más ninguna razón para negociar o ceder frente a las demandas de los manifestantes, en especial luego de la derogación del Estado de Emergencia; el cambio de enfoque retórico de esta semana es un signo de ello, cuando se llamó a la insurrección en curso una rebelión armada.
Históricamente el gobierno en Siria no ha tenido mucha tolerancia con las rebeliones y los levantamientos armados, es por ello que esta nueva calificación de los hechos de esta semana es una suerte de preparación sobre la dirección que el régimen sirio podría tomar, en el corto plazo, y es una advertencia para la sociedad siria sobre la posibilidad de una guerra civil.
Desde la otra vereda, la oposición no ha logrado convertirse en una opción que sea percibida por la sociedad como una alternativa válida frente a régimen o al caos. Entre los factores que conspiran, se encuentra la falta de una dirección unificada con un liderazgo que tenga una visión sobre como las manifestaciones van a lograr sus objetivos sin pasar por un derrumbe de las instituciones de gobierno o una guerra civil. Otro factor que no ayuda a la oposición como opción es la edad de los organizadores, entre 20 y 30 años.
Hoy se ha marcado un punto de inflexión dentro del escenario político sirio. Los organizadores de las marchas, con su llamado al “Gran Viernes” han demostrado su capacidad de convocatoria, ya no solo en un lugar sino en varios simultáneamente además de haber aumentado el número de seguidores. Por otro lado ahora están decididos a derrocar al régimen y entienden que este es su momento, por lo que también se ha cambiado el eje que los reclamos habían tenido hasta el momento.
El régimen, por su parte, ha demostrado hoy que derogada la ley de emergencia -y con el proceso de reformas en marcha- no va a aceptar más reclamos violentos y tomará la iniciativa para mantener el control de la calle.
La duda que genera que este nuevo escenario radica en si la oposición podrá sostener su impulso, frente al inicio de una campaña más dura por parte del gobierno para mantenerse en el poder, para intentar el derrocamiento del régimen que los supera abrumadoramente con las fuerzas de seguridad.
El pueblo sirio tendrá que decidir si pueden soportar el autoritarismo y depositarán la confianza en que el régimen podrá modernizarse o pondrán toda su fe en la revolución.
1 comentario:
http://www.youtube.com/watch?v=c5eOAcgcYDY
Publicar un comentario