martes, 14 de febrero de 2012

Rebeldes en Siria: ¿Modelo para "armar"?


Nuevamente Homs, una ciudad estratégica en ruta entre Damasco y Alepo y centro comercial, fue golpeado en la madrugada por el bombardeo más pesado en cinco días y en especial el barrio de Baba Amr –bastión de la oposición- que fue alcanzado por proyectiles de mortero ocasionales durante la noche; pero a partir del amanecer comenzaron a caer los proyectiles más pesados. Aunque algunos residentes lograron escapar del corazón de la zona, la situación es difícil ya que el área fue cercada por las fuerzas de seguridad lo que impide la salida de los civiles; desde que se iniciaron los ataques el pasado 4 de febrero se estima que alrededor del 60 % de los edificios en el barrio había sido dañado por los bombardeos y los habitantes de Homs sostienen que ya no existe Baba Amr".

El bombardeo de las fuerzas estatales fue particularmente pesado en la mañana de hoy y llegó a tener un promedio de un cohete cada 15 minutos más o menos, según los activistas en el terreno; por otra parte los mismos activistas describen a la situación humanitaria como grave ya que se están acabando los alimentos y combustible. En Rankous, un pueblo rural cerca de Damasco, muchos residentes habían huido de los bombardeos del gobierno, al igual que en la ciudad de Rastan.

Mientras el régimen sirio se empecina en destruir la resistencia en Homs, luego de una reunión en un hotel de El Cairo, los cancilleres árabes liderados por los Estados del Golfo dieron a entender que si el presidente sirio Bashar Al-Assad no detiene su violenta represión contra los opositores algunos miembros de la Liga Árabe podrían armar a los rebeldes sirios. El mensaje fue una lectura del artículo 9 de la Resolución de la Liga Árabe aprobada el domingo pasado que insta a "ofrecer todo tipo de apoyo político y material a la oposición”, una frase que hace alusión directa a la posibilidad de suplir con armas a los enemigos de Al-Assad pero que deja abierta una interpretación amplia del citado artículo.

Además de deslizar implícitamente un apoyo hacia la resistencia militar contra las fuerzas del presidente Al-Assad, el mensaje de los Estados del Golfo está destinado a incrementar la presión los aliados rusos y chinos que cada día ven más cerca la posibilidad de una guerra civil. El avance de los países del Golfo marca también la sensación de malestar que subyace entre muchos sectores sunitas que no ven con bueno ojos la matanza de sus correligionarios a manos de una minoría alawita mientas que sus gobernantes aguardan una solución desde el Consejo de Seguridad.

Los seis Estados sunitas agrupados en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), han deseado desde el inicio de las manifestaciones que el movimiento social derroque a Bashar Al-Assad, aliado regional de Irán el principal rival regional chita. El CCG tiene la capacidad financiera y política para presionar al resto de los países árabes a un aislamiento de Siria y pueden considerarse como parte del “ala dura” dentro del bloque árabe; por ello no es casual que otros Estados como Marruecos, Jordania y Túnez respalden esta posición y sean anfitriones de la reunión de “amigos de Siria” el próximo 24 de febrero.

Además de la capacidad política y financiera, el CCG cuenta con factores externos a su favor para propiciar esta operación. Egipto, Argelia e Irak, los otros pesos pesados regionales tradicionales -debido a sus grandes poblaciones y FFAA- están atravesando profundos problemas internos por lo que solo pueden opinar por lo bajo sobre la situación de Siria; ello ha reducido la capacidad de intervención y se limitan controlar las manifestaciones internas o a evitar mayores tensiones sectarias.

El otro actor importante es Líbano, históricamente dominado por Siria y la sombra de Irán mediante el grupo chita Hezbollah, fue el único miembro de la Liga Árabe que formalmente se opuso a la resolución del domingo. Pero los lazos con los sauditas comienzan a fortalecerse con la reaparición pública de Saad Hariri –ex premier libanés- y los avances sunitas en Beirut se sienten con el apoyo al Tribunal Especial para Líbano y el juicio a los acusados de Hezbollah por el asesinato del ex premier Rafik Hariri.

En el actual escenario todo indica que si Moscú desea mantener algún tipo de injerencia o preservar sus intereses en Siria deberá presionar al régimen de Al-Assad para que cese con los ataques a la población y ensaye algún tipo de apertura que frene a los países árabes y a la comunidad internacional. La opción de una “demolición controlada” del régimen no será viable si los rebeldes son armados por los países árabes; con las armas en poder de los insurgentes el régimen ya no tendrá más espacio para negociar.


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