Rusia señaló que vetará el proyecto de resolución de la ONU que le pide al presidente sirio, Bashar al-Assad, su dimisión a menos que se haya descartado explícitamente la intervención militar para detener el derramamiento de sangre provocada por las protestas contra su gobierno. El embajador de Rusia para la UE, Vladimir Chizhov, dijo que no había posibilidad que el proyecto occidental-árabe pueda ser aceptado a menos que rechace de manera precisa una intervención armada.
Rusia sostiene que Occidente explotó la difusa redacción de la Resolución de marzo 2011 sobre Libia -que extendía el mandato de proteger a los civiles en el levantamiento popular- y que en cambio ésta fue un impulso para el forzar el cambio del régimen, apoyando a los rebeldes con los bombardeos de la OTAN se llegó al derrocamiento de Muammar Gaddafi. Rusia también ha expresado su preocupación sobre una serie de "medidas adicionales" dentro del proyecto si Siria no cumple lo pactado, ya que según Moscú constituye una amenaza contra Siria; además también los rusos quieren retirar del proyecto el plan de la Liga Árabe para que Al-Assad ceda el poder.
La captura durante la semana pasada de Zabadani, un enclave montañoso estratégico en la frontera con Líbano, seguido por vertiginosos días de desafío en los suburbios de Damasco, llevó a algunos comandantes del Ejército Libre Sirio (ELS) a hablar de “territorio liberado” como lo hicieron los opositores de Gadafi en Libia; de hecho un ex Teniente Coronel del ejército, Abu Thaer, señaló que el ELS tiene que hacer su propio Bengasi y si hubiese un área de contención o una zona de no vuelo, habría una cadena de deserciones en el ejército. Aunque los rebeldes han sido rechazados por el ejército de Damasco, existe la sensación que su ocupación temporal del territorio puede tentar a la comunidad internacional a ayudarlos.
Pero cabe diferenciar un aspecto fundamental, el ELS si bien se está haciendo más fuerte en el terreno y se está convirtiendo en un sector cada parte más fuerte dentro de la oposición y sin duda es un reto para Al-Assad, ello no significa que hoy pueda tomar el poder.
La división de la oposición siria es un reflejo de lo que ocurre en interior de la sociedad siria, donde la fragmentación es importante y abarcan diversos estamentos sociales, religiosos y políticos: sunitas vs. alawitas; pobres vs. ricos; población rural vs. población urbana; Homs y Hama vs. Alepo y Damasco; Partido Baa’th vs. no miembros del Partido Baath; oposición local vs. oposición en el extranjero; religiosos vs. laicos; Arabia Saudita vs. Irán y EE.UU. vs. Rusia, solo por citar algunos ejemplos.
Considerar un escenario posible, respecto del fin del régimen sirio, es complicado hoy en día ya que no se puede estimar si el régimen caerá por el peso de las presiones exteriores - internas o si puede llegar a revertir el panorama y sobrevivir a esta debacle. Las precepciones del interior rural no son las mismas que en las grandes ciudades, en el interior subsiste la sensación que el aparato de seguridad soportará por mucho más tiempo mientras que los rebeldes golpean en las puertas de Damasco; ello explicaría por qué el levantamiento es negado en Alepo y Damasco –indemnes hasta el momento de operaciones militares- mientras que Hama y Homs han sido arrasadas.
La sensación de bienestar del aparato de seguridad estatal es la que ha forzado a los sectores de la oposición en el exterior a pedirle a la comunidad internacional una zona de no vuelos o un área de contención mientras que la negativa de la oposición interna se debe a que ellos viven en el terreno y no desean una devastadora guerra civil para derrocar al régimen. Es por ello que tampoco los sectores más acomodados de la sociedad no quieren una intervención extranjera que sin dudas dañará la infraestructura y les producirá severos daños a sus inversiones de los últimos años; los sectores más pobres que dependen del clientelismo asistencialista del Estado comenzarán a ver reducidos sus ingresos, ya que la economía siria está en picada, y su actual lealtad al régimen podría variar.
Ciertamente el presidente Bashar Al-Assad si desea sobrevivir deberá optar entre dos caminos: aplastar de raíz las manifestaciones y toda forma de oposición de manera tal que ya no sea cuestionado por ningún sector; pero este camino se ve dificultado por la creciente influencia del ELS y la pérdida de recursos económicos, aun con la ayuda rusa la situación militar es complicada.
Rusia tiene sus propios intereses en el país –el puerto de Tartus, un importante cliente de armas, etc.- pero por sobre todo es el único país del Medio Oriente sobre el que mantiene una injerencia directa; EE.UU. tiene también su propia agenda que está en sintonía con los intereses de seguridad israelíes y los objetivos sauditas frente al avance iraní en la región. Por ello Rusia va a bloquear las iniciativas en ONU el mayor tiempo posible mientras que EE.UU. va a propiciar la caída o al menos el aislamiento del régimen sirio.
El otro camino es realizar una apertura moderada, la pregunta es ¿a qué sector va a restarle poder? es evidente que si el presidente Al-Assad abre su régimen, aunque sea mínimamente, esa cuota de poder será en detrimento de algún sector de la actual elite y deberá elegir entre su familia, el Partido Ba´ath, los empresarios o los militares con el agravante que estos estamentos -en algunos casos- son los mismos.
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