miércoles, 30 de marzo de 2011

Siria no derogó la Ley de Emergencia




El presidente sirio, Bashar al-Assad, desafió las expectativas y esperanzas al no hacer mención sobre el levantamiento del estado de emergencia, durante un discurso televisado a nivel nacional que había sido ampliamente anticipado. En su alocución de 45 minutos a la Asamblea Nacional, reconoció que los sirios quieren la reforma y que el gobierno no ha cumplido con sus necesidades e hizo algunas promesas concretas, después de 11 días de manifestaciones.

En su discurso, Al-Assad dijo que el gobierno de Siria no caerá en dentro del efecto dominó de las revoluciones árabes, ya que Siria había pateado las fichas de los "conspiradores" y habían caído. Al-Assad también culpó por los disturbios en Siria a los "enemigos... que trabajan a diario y científicamente para socavar la estabilidad”, y agregó que habían sido estúpidos al elegir a Siria como blanco.

El discurso había sido muy esperado, dentro y fuera de Siria, ya que se especulaba con el anuncio del levantamiento de la ley del estado de emergencia que impuso el Partido Ba´ath cuando llegó al poder en 1963, pero no se hizo ninguna referencia sobre ello. En cambio, Assad apuntó que estaba favor de la reforma y que estaba para satisfacer las demandas de la gente -en referencia a los cambios legislativos- pero reconoció que no se había llevado adelante por las sucesivas crisis regionales desde 2000 a la actualidad por lo que se privilegió la estabilidad de Siria.

Al-Assad hizo una referencia de pasada a la ley de emergencia: "A veces podemos posponer el sufrimiento seguro de que puede causar la ley de emergencia o cualquier otra ley o las medidas necesarias para el ciudadano, pero no podemos retrasar el sufrimiento de un niño cuyo padre no se le puede tratar porque no tiene el dinero por su medicación o cuando el Estado no dispone de este medicamento o tratamiento esto".

En un intento de autocrítica, el presidente sirio reconoció que el pueblo sirio exige lo que no se han cumplido, pero dijo que las quejas eran utilizadas como encubrimiento para engañar a la gente a salir a la calle, si bien no descartó que la algunos sectores de la sociedad tengan buenas intenciones."

El discurso de Al-Assad debe considerarse como un gesto netamente simbólico, dentro de un Estado que difícilmente cede frente a la presión pública –interna y externa-, luego de la renuncia del gabinete nacional y ante el aumento de los reclamos sociales en el país. Este discurso, donde el presidente sale a hablar y no delegó en su Primer Ministro, responde a la matriz de decisiones personales de un reducido grupo íntimo y que ha dominado al régimen desde sus inicios dejando de lado los consejos de los ministros y asesores.

La ley de emergencia fue, a lo largo de la historia reciente de Siria, el cimiento que aseguró la estabilidad del Estado y la sociedad siria mediante la cual el régimen del Partido Ba´ath -o la familia Al-Assad- puedo edificar su poder y consolidó al régimen. Es por ello que su derogación no es factible en el corto plazo, ya que traería serias implicancias para la sobrevivencia del régimen y la elite gobernante, en especial porque abriría la puerta a la oposición para instaurar un sistema de partidos, imposibilitaría las detenciones de los opositores –y obligaría la liberación de los detenidos actualmente- junto a elecciones democráticas; pero fundamentalmente la sociedad se vería liberada para hacer públicas sus opiniones y cuestionamientos sobre la corrupción estatal o el autoritarismo, tal como ha sucedido en Daraa y Latakia.

Ciertamente es Al-Assad puede ser caracterizado más como un modernizador que como un reformista. Los cambios en la economía y la tecnología siria son una prueba de ello y estas aperturas hacia pautas más modernas le han valido el apoyo de la sociedad, más allá del miedo que imponga su aparato de seguridad, y de los altos niveles de corrupción sistémica.

Por otro lado, su política exterior dista mucho de asemejarse a las pro - occidentales de los regímenes depuestos y Al-Assad ha sabido sacar provecho de cada situación. Durante la guerra de Iraq en 2003 se opuso a la intervención norteamericana y recibió a los refugiados; ha mantenido una postura crítica hacia el proceso de paz palestino pero ha manifestado la intención siria de negociar; el retiro de las tropas de Líbano le ha generado ahora un papel de garante de la estabilidad y es visto por EE.UU. como una opción para contener el avance iraní en la región. Todo ello le ha valido el reconocimiento de su liderazgo en el mundo árabe –e interno también- por lo que todavía tiene tiempo para iniciar un proceso de apertura tal como lo insinuó en la “Primavera de Damasco” del 2000; aunque sea extremadamente difícil que lo haga ya que implicaría enfrentar a su propio círculo familiar y empresarial.

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