El Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, instó al presidente de Siria Bashar Al-Assad a detener la violencia en contra los manifestantes y dijo que el "viejo orden" de las dinastías y de un solo hombre, en el mundo árabe, estaba llegando a su fin; Ban, en una conferencia en el Líbano sobre la reforma política, señaló que desde el comienzo de las revoluciones, desde Túnez a través de Egipto y más allá, los líderes deben escuchar a su gente, algunos lo hicieron, y se han beneficiado mientras que otros no lo hicieron y hoy están cosechando el torbellino.
El presidente Al-Assad sucedió a su padre en el poder cuando éste murió en 2000, si bien prometió una elección parlamentaria y una nueva constitución a finales de este año, el domingo declaró una amnistía general por delitos cometidos durante el levantamiento pero la sociedad siria demanda cambios más profundos que implican el retiro del gobierno de Al-Assad. Por ello Ban señaló que el antiguo orden del Medio Oriente se está derrumbando –simbolizado por gobiernos unipersonales, perpetuación de dinastías familiares, los monopolios de la riqueza y silenciamiento de los medios de comunicación- aunque advirtió que la transición hacia la democracia sería difícil y requiere una verdadera reforma, el diálogo incluyente, un papel adecuado para las mujeres y una solución para millones de jóvenes que buscan trabajo.
En una parte de su discurso Ban Ki-moon le pidió al presidente Al-Assad que "deje de matar a su pueblo" ya que la represión es un callejón sin salida, a lo que el líder sirio respondió con una amnistía para los "crímenes" cometidos durante los 10 meses de revueltas en contra del régimen; la amnistía propuesta se ejecutará a finales de enero, y alcanza los desertores del ejército y las personas que poseían armas ilegales o habían violado las leyes de protesta pacífica.
Pero los opositores al régimen dijeron que la amnistía no tenía sentido porque la mayoría de los detenidos permanecieron recluidos sin cargos en instalaciones de la policía secreta o instalaciones militares sin el debido proceso o de la documentación legal. El grupo opositor Avaaz, dijo el 22 de diciembre, que al menos 69.000 personas habían sido detenidas desde el comienzo de la sublevación, de los cuales 32.000 habían sido liberados dentro de los términos del plan de paz de la Liga Árabe, que también llamó a poner fin al derramamiento de sangre, la retirada de las tropas y los tanques de las calles y un diálogo político.
Esta amnistía propuesta por Al-Assad no es la primera de su tipo, ya que se han emitido varias desde el inicio de las protestas, pero grupos de la oposición dicen que miles de personas siguen tras las rejas y muchos han sido torturados o maltratados. Además las operaciones contra los opositores continúan como sucedió en Zabadani, ciudad rebelde que fue atacada por tanques y soldados el viernes, donde los grupos de DDHH denunciaron la presencia de buses verdes usualmente utilizados para los traslados masivos de detenidos y presos.
Las opciones sobre Siria para frenar la violencia son muchas, pero todas tienen un cierto aspecto adverso que las hace difíciles de operar en el terreno. La propuesta del Primer Ministro de Qatar, sobre el envío de tropas árabes a Siria, no viable en principio ya que solo el Consejo de Cooperación del Golfo lo haría y no participarían países como Egipto o Líbano por lo que esta opción es poco probable que gane apoyo en el corto plazo. La propuesta del Secretario General de la Liga Árabe, Nabil Elaraby, de ampliar la misión de dos semanas es otra opción pero es extremadamente impopular e improductiva si se tiene en cuenta que el régimen continuó operando aún con los observadores en el terreno.
La opción propuesta por Rusia y que ha sido recogida por Irak, basada en la iniciativa que ayudó a negociar un acuerdo para poner fin pacíficamente al régimen de Ali Abdallah Saleh en Yemén, donde se le ofreció inmunidad a Saleh a cambio de una transición de poder no resulta del todo viable ya que difícilmente el régimen sirio deje el poder mientras tenga acceso al uso de la fuerza –garantizado por sus unidades alawitas-.
Las propuesta lanzada por Turquía, sobre la creación de una zona desmilitarizada en la frontera con Siria para proporcionar refugio seguro a los civiles que desean escapar de la violencia, cuenta con el apoyo de varios sectores de la oposición siria pero no se explica que Estado cargaría con la responsabilidad de custodiar de manera efectiva esa zona ni el mandato que tendría en caso de una violación de la misma por parte del régimen sirio.
Las opciones que contemplan sanciones económicas, aún un endurecimiento de las ya existentes, por parte de países occidentales y árabes contra Siria tienen puntos de fuga –Rusia, China, etc.- por los cuales el régimen sirio está evitando el ciento por ciento de las presiones económicas; por otra parte, la economía siria está sintiendo el peso de las sanciones pero un impacto notorio que paralice al Estado solo se conseguirá en el mediano a largo plazo mientras que la violencia continua.
El problema sobre Siria es uno y tiene dos fases. El problema es que una caída abrupta del régimen abriría la puerta a una guerra civil religioso-étnica en un país de donde la minoría alawita gobernó por décadas con mano dura a una mayoría sunita con ayuda de grupos satélites, los sunitas no va a ser condescendiente si toman el poder con todos ellos.
Las fases del problema son dos. La primera fase viene dada por quien tomará la iniciativa para derrocar al régimen, la oposición siria está dividida sobre qué iniciativas se debería implementar y los cursos de acción; la segunda fase está dada por qué tipo de gobierno tendrá el país sin Al-Assad, ya que si no logran ponerse de acuerdo sobre como derrocar al gobierno, difícilmente lo harán sobre cómo se administrará el poder.
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