Los ministros de Relaciones Exteriores de la Liga Árabe, luego de la reunión de ayer, propusieron al presidente Al-Assad que entregue el poder a un funcionario interino y establezca un nuevo gobierno de unidad, algo similar a la iniciativa propuesta por los países del Golfo para Yemen lo que determinó que el presidente Ali Abdullah Saleh llegase a un acuerdo para entregar el poder a cambio de su inmunidad; además la propuesta de la Liga Árabe prevé la creación de un gobierno de unidad como un preludio de las primeras elecciones parlamentarias y presidenciales sirias.
La nueva propuesta se produjo después que los monitores de la Liga Árabe, que operaban en Siria desde finales de diciembre, encontraron que Al-Assad no había cumplido plenamente con el anterior plan para ponerle fin a la violencia, retirar las tropas de las zonas urbanas, liberar a los detenidos por causas políticas y permitir las manifestaciones. Pese a las críticas por el fracaso de los monitores para ponerle fin a las muertes, los ministros de RREE acordaron ampliar la misión, ampliarlo y aumentar su apoyo técnico y logístico con la colaboración de ONU para capacitar a los monitores.
Sin embargo la decisión fue objetada por Arabia Saudita, que amenazó con retirar sus propios monitores y exhortó a la comunidad internacional para que ejerza "toda la presión posible" sobre Damasco. El príncipe Saud Al-Faisal señaló que el gobierno sirio no había ejecutado ninguno de los puntos del plan de resolución árabe y le solicitó a la comunidad internacional a asumir su responsabilidad, y eso incluye a los Estados islámicos, Rusia, China, Europa y EE.UU.
La reunión de la Liga Árabe dejó a la luz las profundas divisiones entre los 22 estados miembros sobre una decisión para Siria, esta situación ha complicado los esfuerzos de la Liga para arribar a una posición firme y adoptar una propuesta concreta y por ello en un primer momento se especulaba con una ampliación de las misión de observación y luego se optó por el plan de delegar el poder a un gobierno interino.
Las divisiones de la Liga Árabe responden también a las internas dentro del mundo árabe. Qatar y Arabia Saudita -rivales regionales de Siria y de su aliado Irán- desean una medida decisiva contra el régimen de Al-Assad; primero la posición del Primer Ministro qatarí, Sheikh Hamad, sobre la necesidad de enviar tropas árabes para frenar "la máquina de matar” y luego la amenaza saudita de retirar sus observadores son una señal que la línea sunita quiere ver el fin de los alawitas en Damasco.
Por ello no llama la atención que Líbano -cuyo gobierno se encuentra dominado por el pro iraní Hezbollah- y Argelia –donde el régimen observa con preocupación el devenir político del Medio Oriente- se opusieran a la propuesta de la Liga Árabe.
Las sugerencias de enviar expertos de las Naciones Unidas para apoyar a los observadores árabes en el terreno tampoco avanzó y Siria señaló que aceptaría una extensión de la misión de observadores, pero no una ampliación de su alcance. Además el Consejo de Seguridad -al igual que la Liga Árabe- también está dividido acerca de cómo enfrentar la situación siria; por un lado los países occidentales proponen endurecer las sanciones y quieren un embargo de armas; mientras que Rusia -aliado de Siria- prefiere que sean los sirios quienes negocien una solución internamente, y China no quiere que la cuestión sea decidida por el Consejo de Seguridad.
El Consejo Nacional Sirio (CNS), el grupo de oposición más importante, si bien presionó en El Cairo para una intervención de la ONU pero dio la bienvenida a la declaración de la Liga sobre una transición y su intención de buscar el apoyo de la ONU; sin embargo Burhan Ghaliun, líder del CNS, insistió que cualquier transición en Siria debe ser precedido por el anuncio de la salida de Al-Assad.
Otro grupo de la oposición, el Comité de Coordinación Local (CCL), sin embargo dijo que el plan era "inalcanzable" debido a la falta de un mecanismo para implementar esas medidas y que sólo le daría tiempo al régimen para llevar a cabo una mayor represión. El CCL considera la ampliación de la misión será como "otro plazo para la máquina de matar del régimen y una forma de apoyo a la represión de la Revolución, mientras la sociedad siria está siendo borrada."
La Hermandad Musulmana fue menos displicente y destacó que esta iniciativa refleja la gravedad de la situación y merece un estudio cuidadoso en el contexto del logro de las demandas del pueblo por la justicia, la libertad y la dignidad; la Hermandad forma parte del CNS y tal vez por ello destaque la importancia de la propuesta que Al-Assad entregue el poder a una instancia interina.
Como era de esperar, el gobierno sirio rechazó la propuesta de la Liga a la que calificó de una "conspiración" que apunta a la dimisión del presidente Bashar Al-Assad y la consideró una violación de su soberanía nacional y una flagrante interferencia en sus asuntos internos. Si bien Damasco no ha rechazado la decisión de mantener a los observadores árabes en Siria un mes más, si ha criticado duramente el "desequilibrio" al momento de abordar y evaluar la cuestión de la violencia, sin tener en cuenta los actos perpetrados por los opositores al régimen sirio.
Lo cierto es que la Liga Árabe el domingo tenía tres opciones posibles: ponerle fin a la misión de observación y retirarse del escenario sirio mientras éste se deteriora más; extender el mandato e intentar una profundización con asistencia de Naciones Unidas que iba a ser vetado por Damasco o remitir las acciones y el informe al Consejo de Seguridad –algo solicitado por algunos grupos de la oposición y países occidentales- y enfrentar el veto ruso o chino. Por ello, la decisión de la Liga, sobre extender el mandato combinado con la iniciativa de una transición, es fruto de los desacuerdos entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y de la Liga Árabe.
Pero la iniciativa, en el fondo, no es una mala opción si se considera que estipula la creación de nuevo gobierno de unidad dentro de dos meses y elecciones -tres meses después- para formar un órgano constituyente que redactará la nueva constitución y ésta será sometida a referéndum. Ahora la presión la tiene el régimen sirio, ya que en el fondo la propuesta es lo que ha venido anunciando de manera oficial –elecciones, nueva constitución, etc.- pero principalmente guarda grandes similitudes con la iniciativa de Rusia, presentada al Consejo de Seguridad la semana pasada; de allí que si el régimen sirio no cumple con la iniciativa de la Liga tampoco lo haría con la rusa, con lo cual limitaría severamente su capacidad política de maniobra.
El régimen sirio se enfrenta a una decisión fundamental: la adopción de una salida similar al acuerdo alcanzado en Yemen, donde el presidente Abdullah Saleh entregó el poder a un gobierno interino a cambio de inmunidad judicial –si bien la propuesta para Siria de la Liga Árabe no menciona la inmunidad- y garantiza una transición sin mayores sobresaltos; o se elige el modelo libio, de combatir hasta las últimas instancias, cuyo final ya es conocido.
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