Activistas convocaron a manifestaciones en todo el país en apoyo al Ejército Sirio Libre (ELS), luego que el líder del Consejo Nacional Sirio (CNS), Burhan Ghaliun, se reunió con el jefe rebelde, coronel Riad Al-Asaad, y debatieron ampliamente la situación sobre el terreno y la capacidad de organización del ELS. Las partes acordaron formular un plan detallado, que incluya la reorganización de las unidades del ELS y la creación de un formato para dar cabida a oficiales soldados adicionales.
Este acercamiento para coordinar los esfuerzos entre el CNS y el ELS supone además un canal directo de comunicación entre dos de los principales grupos de la oposición, en particular luego del fracaso del acuerdo del CNS con el Comité Coordinación Nacional para el Cambio Democrático (CCN).
El General Mostafa Ahmad Al-Sheikh, el oficial de mayor rango que desertó del ejército sirio de su puesto en el Comando del Norte en Alepo y se exilió en Turquía, dijo que las deserciones están desgastando al ejército. Al-Sheikh estima que unos 20.000 soldados -mayoritariamente sunitas- han desertado a pesar de los controles estatales y grandes extensiones de territorio caen en manos de los rebeldes antes de que las fuerzas de seguridad puedan montar operaciones para retomarlas.
Este acercamiento para coordinar los esfuerzos entre el CNS y el ELS supone además un canal directo de comunicación entre dos de los principales grupos de la oposición, en particular luego del fracaso del acuerdo del CNS con el Comité Coordinación Nacional para el Cambio Democrático (CCN).
El General Mostafa Ahmad Al-Sheikh, el oficial de mayor rango que desertó del ejército sirio de su puesto en el Comando del Norte en Alepo y se exilió en Turquía, dijo que las deserciones están desgastando al ejército. Al-Sheikh estima que unos 20.000 soldados -mayoritariamente sunitas- han desertado a pesar de los controles estatales y grandes extensiones de territorio caen en manos de los rebeldes antes de que las fuerzas de seguridad puedan montar operaciones para retomarlas.
Al-Sheikh estima que entre 25.000 y 30.000 desertores, montando una guerra de guerrillas en pequeños grupos de seis o siete es suficiente para agotar el ejército en un año a un año y medio, incluso si están armados sólo con granadas propulsadas por cohetes y las armas ligeras. Pero una cuestión que preocupa es que la mayoría de los soldados desertores no han tomado las armas contra el régimen por temor a ser capturados por unidades de la policía secreta encargada de reprimir la disidencia dentro del ejército; por ello Al-Sheikh apoya la iniciativa de crear zonas de amortiguación en la frontera con Turquía donde los desertores puedan refugiarse.
Nabil Elaraby, Secretario General de la Liga Árabe, advirtió que Siria podría estar deslizándose hacia una guerra civil, cuando las fuerzas de seguridad dispararon contra miles de personas que salieron a las calles en apoyo al ELS; en el transcurso de los 10 meses de manifestaciones, gran parte de la violencia ha sido por parte de las fuerzas de seguridad pero en los últimos meses los soldados disidentes han estado atacando a los militares sirios y algunos miembros de la oposición han tomado las armas contra el régimen.
Elaraby dijo que el régimen de Al-Assad no ha cumplido totalmente con el plan suscripto entre la Liga Árabe y Siria para poner fin a la ofensiva estatal contra los manifestantes. Pero la misión de observación de la Liga Árabe ha estado plagada de problemas, incluyendo acusaciones sobre interferencias del gobierno sirio, cuestionamientos sobre la designación del general sudanés Mohammed Ahmed al-Dabi como líder de la misión cuando sirvió como mano derecha del presidente sudanés, Omar al-Bashir, buscado por crímenes de lesa humanidad en Darfur
El régimen de Bashar Al-Assad necesita de tiempo y la protección de la intervención internacional para no ser derrocado. Estas dos variables parecen haberle sido provistas por algunos países de la Liga Árabe cuando se decidió extender el plazo en tres meses -desde que empezó a solicitarse la misión de investigación de los hechos-, lo que permitió al régimen sirio establecer el control de algunos de los centros de protestas luego de cruentas operaciones.
El envío de observadores árabes con fuertes cuestionamientos sobre su capacidad operativa y con un mandato débil e incierto, la mediación iniciada por el líder de Hamas, Khaled Meshaal, e Irán no fueron más que una distracción para que el régimen sirio pudiese ganar más tiempo y contener las acciones de los activistas. Tanto Rusia como Irán y la Liga Árabe –cada uno con sus intereses particulares- le aseguran a Al-Assad la protección de cualquier interferencia internacional –principalmente de EE.UU. y la UE- algo que el régimen aprovecha para tratar de terminar con la mayoría de las protestas en todo el país aumentando la tasa de encarcelamientos, el envío de tropas a zonas rebeldes y las acciones de intimidación de los shabiha en las principales ciudades.
El objetivo de enviar a los observadores árabes a Siria para establecer un alto en la violencia sobre el terreno no se ha cumplido; por el contrario, el escenario se ha recalentado aumentado las deserciones, producto del incremento de las operaciones contra civiles –en su mayoría sunitas-, mismas que están engrosando las filas de la insurgencia armada que por su parte está cansada de la impunidad con que el aparato estatal reprime y está contra-atacando dejando al país al borde de una guerra civil.
Elaraby dijo que el régimen de Al-Assad no ha cumplido totalmente con el plan suscripto entre la Liga Árabe y Siria para poner fin a la ofensiva estatal contra los manifestantes. Pero la misión de observación de la Liga Árabe ha estado plagada de problemas, incluyendo acusaciones sobre interferencias del gobierno sirio, cuestionamientos sobre la designación del general sudanés Mohammed Ahmed al-Dabi como líder de la misión cuando sirvió como mano derecha del presidente sudanés, Omar al-Bashir, buscado por crímenes de lesa humanidad en Darfur
El régimen de Bashar Al-Assad necesita de tiempo y la protección de la intervención internacional para no ser derrocado. Estas dos variables parecen haberle sido provistas por algunos países de la Liga Árabe cuando se decidió extender el plazo en tres meses -desde que empezó a solicitarse la misión de investigación de los hechos-, lo que permitió al régimen sirio establecer el control de algunos de los centros de protestas luego de cruentas operaciones.
El envío de observadores árabes con fuertes cuestionamientos sobre su capacidad operativa y con un mandato débil e incierto, la mediación iniciada por el líder de Hamas, Khaled Meshaal, e Irán no fueron más que una distracción para que el régimen sirio pudiese ganar más tiempo y contener las acciones de los activistas. Tanto Rusia como Irán y la Liga Árabe –cada uno con sus intereses particulares- le aseguran a Al-Assad la protección de cualquier interferencia internacional –principalmente de EE.UU. y la UE- algo que el régimen aprovecha para tratar de terminar con la mayoría de las protestas en todo el país aumentando la tasa de encarcelamientos, el envío de tropas a zonas rebeldes y las acciones de intimidación de los shabiha en las principales ciudades.
El objetivo de enviar a los observadores árabes a Siria para establecer un alto en la violencia sobre el terreno no se ha cumplido; por el contrario, el escenario se ha recalentado aumentado las deserciones, producto del incremento de las operaciones contra civiles –en su mayoría sunitas-, mismas que están engrosando las filas de la insurgencia armada que por su parte está cansada de la impunidad con que el aparato estatal reprime y está contra-atacando dejando al país al borde de una guerra civil.
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